Más allá de la Liga 2017, los de Valverde se han llevado por delante al Madrid de Zidane. Y es una pena, porque al viento fresco que supuso el francés hace ahora dos años le hubiese venido bien una prórroga. Pero la ley del fútbol es tan inexorable como la guadaña de Pérez a las malas, en versión fútbol español de siempre. Aquí no se llevan los técnicos duraderos en función de una idea singular, como ocurre en los flemáticos clubes ingleses. En nuestra vieja piel de toro futbolera reina el cainismo, como en todo lo demás, y los peores enemigos suelen estar dentro. Ya lo dijo el irrepetible Pío Cabanillas, ministro con Suárez en la Transición: «Cuerpo a tierra que vienen los nuestros».

Decíamos hace días que don Florentino cabalga de nuevo, y es que presagiábamos lo que iba a suceder. Y no es que veamos o sepamos más, que de esto nadie entiende lo suficiente para ir de gurú, sino que nos daba el pálpito; pura intuición, constatada por hechos propiciatorios. Y era así porque Zidane ha renunciado a los hermosos ideales que trajo cuando lo llamaron como solución de urgencia ante el despido de Benítez, en tan acertadísima como arriesgada decisión del presidente blanco. Entonces, a primeros de 2016, lo hizo aparentemente sin ataduras. Y desde que la fortuna le sonrió, que no otra cosa fueron los dos golazos veraniegos de Asensio al Barça, creyó llegado el momento de mezclar en el césped los deseos de su valedor -el mejor Florentino, primero, y el maniobrero de siempre-, con sus incipientes dotes tácticas. Y así, encaramado a su extraordinaria trayectoria, empezó a lucir unas ocultas dependencias; las suyas propias, que sería peor, o las derivadas de su jefe, que tal vez no las mostró antes forzado por las no menos extraordinarias circunstancias que hubieron de soportar en sus primeros 19 meses. La sombra de su presidente es muy alargada, y las apuestas del francés por mantener a Bale entre algodones cuando no jugaba, negándose a pedir su traspaso en verano, y la de mantener la titularidad del tan excelente futbolista como ahora negado cara al gol Benzema contra todos, han propiciado dos evidencias muy preocupantes: el Madrid es pura mediocridad cara al gol, debiendo generar demasiadas ocasiones para hacer diana, como los equipos del montón; y el ostracismo de jugadores como Isco, Asensio y el desaprovechado Ceballos en beneficio de los dos anteriores; claras apuestas presidenciables fallidas para oscurecer a Cristiano. Morata no es la solución a todos los males, no, pero al de su falta de gol, sí. Es más, tal vez ahora, de haber sumado los goles que con toda seguridad hubiese hecho en partidos anteriores, tras el 0-3 del sábado hablaríamos de pérdida de una batalla y no de la guerra.

Lo intuíamos. Hace semanas que venimos anunciando tiempos complicados para los blancos, más allá de la mala suerte que también le acucia. El cabezazo al palo de Benzema o el fallo en franquía con la izquierda del bullicioso Cristiano son dos muestras de ello, cuando aún reinaba el empate, porque las demás ocasiones fueron abortadas por el mejor portero actual del mundo, Ter Stegen, quien con Messi y Valverde son los bastiones sobre los que cabalga el Barça triunfal de este año. Solo hay que ver los rendimientos del sorprendente Paulinho, del rejuvenecido Iniesta, del renacido Vermaelen o del apestado Alba de Luis Enrique, presididos por el omnipresente Piqué, que dio un recital en el Bernabéu; para entender la loable gestión del entrenador, porque a los demás no los ha descubierto él este año.

El Madrid resistió solo el primer tiempo, cuando hizo un fútbol intensísimo robando balones al Barça, propiciando varios errores consecutivos de Busquets y apretado bien por Kovacic. Pero en la segunda, tan menguadas las fuerzas merengues como rehechas las filas azulgranas, con Busquets en plan estelar bien secundado por Rakitic y Sergi Roberto, los de Valverde impusieron su ley. La que le hace mandar en la Liga y en Europa: escasos goles en contra y máxima eficacia a favor. El abecé del fútbol.

Valverde vadeó el primer tiempo, y en el segundo salió diciéndole a Zidane aquello de ya sé quién eres, dónde vives y cómo trabajas. Lo demás, como la Liga 2017, ya es historia. ¿El futuro? ¿Les suena Löw?