'Muerte en las carreteras', por Bartolomé Florido Luque

Las defunciones por accidente en vías públicas en España han aumentado considerablemente en 2017 con respecto a años anteriores. El recorte del presupuesto para el mantenimiento de calzadas, arcenes y aceras ha influido en este incremento. El tramo de la N340 en Mijas se puede ensanchar en algunas partes ganando terreno al mar para que el camionero tenga tiempo de reaccionar cuando sobrepasa la barrera. La vida de los turistas playeros está expuesta a ese riesgo mortal también. Las marcas viales están irreconocibles. La señalización luminosa en las vías suspende este año con muy deficiente. Las señales verticales están sucias y deterioradas. La señalización circunstancial de peligro eminente está suplida por cuatro conos invisibles de noche. Sigue habiendo curvas sin visibilidad con un solo carril para cada sentido. Hay semáforos que no están coordinados en tiempo y lugar. Los agentes de regulación del tráfico brillan por su ausencia en los momentos puntuales más necesarios. Esta escasez contrasta notablemente con la abundancia de radares que machacan el paupérrimo salario de los trabajadores quienes contribuyen a través de la recaudación telemática. La casta no contribuye, sólo trinca. El uso del móvil junto a estas circunstancias compone un potaje sólo apto para conductores de tanques. Esos muestran otra vez hostilidad contra la vida autóctona. Los usuarios correctos de la vía pública asumen un riesgo más alto contra la vida humana que en la jungla amazónica debido a la omisión ‘intencionada’ de los cargos políticos a ejercer su deber.