Te levantas y te vas a coger el primer tren o avión que sale para tu puesto de trabajo. Encajas la sentencia y te callas. Lo que no debes hacer en ningún caso es responder con discutible ironía a quienes critican, de oficio o indignados, tu error. Ni con la misma ironía torear al Constitucional y aceptar como horas trabajadas una intrascendente sesión de meditación trascendental. Insultante.

El tuit del actual responsable de la Dirección General de Tráfico -un puesto que requiere de un perfil sobrio y técnico que Gregorio Serrano se ha empeñado en desdibujar- es uno de los grandes patinazos políticos de la última legislatura. Serrano no repasó su mensaje del 9 de enero antes de darle al botoncito de tuitear, ya que si lo hubiera hecho habría corregido el plural del verbo «funcionar» («una maravillosa ciudad -refiriéndose a Sevilla- donde funciona las líneas telefónicas e Internet», decía el tuit), algo relevante en lo que parece que no se ha fijado nadie o a nadie le ha parecido tan relevante como para reflejarlo en crónica o noticia alguna. Quizá si Serrano se hubiera parado a revisar su propio texto, ya en frío, no lo habría enviado. No lo sé, pero intuyo que lo fabricó rápido, dolido y con cierto afán de revancha ante el aluvión de mensajes que denunciaban que hubiera gestionado los cortes de tráfico por la nevada desde su ciudad el día de Reyes o que hubiese estado viendo el partido del Betis junto a su amigo y superior, el ministro Zoido.

Pero es que la política son gestos. Y si se hubiera hecho un selfie, ya que ha reaccionado de manera tan personal ante la lluvia ácida, yendo al aeropuerto o a la estación del AVE para plantarse en el centro de control de tráfico de la DGT en Madrid en cuanto empezaron los problemas, escenificando que se ponía al frente de la crisis, se habría ahorrado la anécdota que, probablemente, acabe con ser su pena en un puesto por el que podría haber pasado sin gloria, pero también sin pena. Porque es más que probable que no pocos de quienes pagan su sueldo, los ciudadanos que se quedaron atrapados por la nieve en la AP-6 incluidos, se sientan insultados ante su manera de ejercer su cargo.

También resulta un insulto para quienes no son funcionarios, y para muchos funcionarios que no venden su libertad de conciencia y su sentido de la justicia por un instrumentalizado aumento salarial o un recorte de horas por trabajar, que la Junta de Andalucía haya respondido a la sentencia del Tribunal Constitucional con la broma de las dos horas y media de trabajo no presenciales. Reírse de todo y todos contabilizando como trabajado el tiempo que se tarda en pensar lo que se va a hacer con ellas, o validando la opción de hacer meditación budista en esas horas fantasma, con la intención obvia de doblar el brazo al Gobierno sorteando la sentencia judicial, terminará, una vez más, por alimentar el descrédito de todos respecto a todo lo que a política huela. Lo peor que le puede pasar a una democracia