Llevan tiempo quejándose diversos organismos oficiales, desde el BCE hasta el IMF, pasando por la OCDE, de la debilidad salarial en Alemania y los efectos negativos que tiene sobre el resto de los europeos.

Con la pujanza de su industria y el envidiable superávit exportador de este país, sus empresas podrían permitirse el lujo de ofrecer mucho mejores salarios a todos sus trabajadores, lo que haría aumentar la demanda tanto interna como externa.

Los salarios brutos crecieron el año pasado en Alemania sólo una media del 0,8 por ciento si se descuenta la inflación cuando el propio banco federal alemán recomienda un incremento anual del 3 por ciento.

¿Cómo es posible, se preguntan algunos, que con un nivel de desempleo envidiable, los salarios no aumenten como es debido? Hay quienes lo atribuyen a los efectos de la globalización y al papel creciente de la economía digital.

No lo ve así, sin embargo, Dierk Hirschel, jefe de estudios económicos del sindicato alemán de servicios Verdi, para quien el mercado laboral no se rige sólo por la ley de la oferta y la demanda, sino que depende en buena medida del poder negociador de los trabajadores.

Y en los últimos años, argumenta Hirschel en un artículo publicado en la prensa alemana, los sindicatos de este país han sufrido una fuerte sangría de afiliados hasta el punto de que negocian sólo en nombre de tres de cada cinco trabajadores por cuenta ajena.

En los sectores fuertemente exportadores, como son la industria automovilística, la ingeniería mecánica o la químico-farmacéutica, los salarios son mucho más altos, lo que corresponde al alto nivel de capital social y a su igualmente elevada productividad, que les permite competir con ventaja.

Pero no ocurre lo mismo en otros como la gastronomía o el pequeño comercio, que no compiten internacionalmente, por lo que el bajo nivel salarial de sus trabajadores no puede achacarse a la globalización, sino que tiene sólo causas endógenas.

Tampoco, al menos de momento, sostiene el economista alemán, puede decirse que la revolución digital esté matando muchos empleos. Lo que ocurre, sin embargo, es que está transformando para peor las relaciones laborales y propiciando el dumping salarial.

Así, quien ofrece sus servicios en internet se ve obligado muchas veces a renunciar al salario mínimo o las vacaciones pagadas. Sucede con eso que se ha dado en llamar eufemísticamente ´economía colaborativa´ y que es sobre todo explotadora.

Lo que el Gobierno alemán, por cierto como también el español, venden a sus opiniones públicas como un éxito de sus políticas económicas es en muchos casos puro espejismo.

A menor desempleo debería reforzarse la capacidad negociadora de los trabajadores, pero no es así: lo que ocurre es que muchas empresas dividen cada empleo a tiempo completo de los de antes en dos o tres nuevos a tiempo parcial o ´minijobs´. Y a eso lo llaman aquí y allí ´milagro económico´.