Se nos mueren, se nos van muriendo, los papeles. Hay un paraíso, debe haberlo, donde vayan a parar esas publicaciones que un día lo fueron todo o casi todo y ahora han pasado a la memoria después de algunos años recorriendo el infame purgatorio (cuando no infierno) de la pérdida de lectores.

Me temo que algún día legaré a mis nietos un cementerio de papel, una hemeroteca de cadáveres en los que me fui dejando la vida. Alguna vez me he lamentado de haber llegado tarde a casi todas las cosas que me importan. He tenido la desgracia de ver morir una forma de hacer periodismo que amo profundamente desde que con veinte años pisé por primera vez la redacción de un periódico y me dejaron escribir un pie de foto. Desde entonces hasta aquí, treinta y un años después, he visto enterrar muchos de los papeles en los que me dejaron firmar y a todos los he llorado como se lloran las cosas queridas que se pierden.

Esta semana me ha tocado el desconsuelo de ver caer Tiempo e Interviú. Fui corresponsal de Tiempo durante casi dos décadas y ocasionalmente algún reportaje fue a parar a la revista ´madre´ (Tiempo nació como un suplemento de Interviú) cuando el tema lo aconsejaba. En aquellos años escribían en esas revistas las mejores firmas del panorama periodístico y literario español, a las que cada vez les va quedando menos sitio desde donde ilustrarnos.

Se nos mueren los papeles y se nos muere la libertad sin que apenas nos demos cuenta, o si nos damos no nos importa, que es todavía peor. Cada vez que perdemos un medio de comunicación somos menos libres, menos cultos, menos ciudadanos y más borregos. Nos estamos confundiendo mucho en estos tiempos al creer que cualquier indocumentado con un smartphone es un periodista capaz de informar con veracidad, ese criterio que parece definitivamente aniquilado a manos de la posverdad y de la absurda creencia de que la crisis de las empresas de comunicación se resuelven despidiendo periodistas (que es como resolver los problemas de un hospital echando a los médicos) y, después, cerrando el medio, que es como curar la gripe matando al paciente.

Después de la caída de Interviú y de Tiempo no quedan en España semanarios de información general en papel. Ya no es posible ir al kiosco y por un módico precio saber cosas que algunos no quieren que sepamos. En cambio, el colorín, la llamada ´prensa rosa´, que es cualquier cosa menos ´prensa´ (en cuanto esto significa de información y seriedad), sobrevive lozana y absurda, lo que dice mucho y muy claro en qué mundo vivimos.