¿Y el Estado? -se preguntaban los miles de usuarios de AP- 6 atrapados recientemente en la nieve.

-Ni está ni se le espera -se respondían a sí mismos tras encender la radio o telefonear a la DGT.

Pues si el Estado no es capaz de hacer frente a una tormenta previsible, ¿cómo va a resolver lo de Cataluña, lo de la temporalidad laboral, lo de la Sanidad Pública, o lo de la Educación? El Estado se ha ido jibarizando al ritmo de la hucha de las pensiones y cuando lo necesitamos no está o se encuentra en Sevilla, con el ministro de Interior, viendo un partido de fútbol. A base de recortarlo un poco por aquí y otro poco por allá, nos hemos quedado con un Estado que abulta menos que el Gobierno. Hay más estructuras gubernamentales que estatales, lo cual, desde cualquier punto de vista que se mire, es un disparate. Carece de sentido que tengamos un ministro de Fomento en un país donde no existe el fomento, o un Director General de Tráfico donde la circulación está abandonada a su suerte. Todo ello por no hablar de secretarios, subsecretarios y demás fauna administrativa de alto standing que tampoco estuvieron. Ni se les esperaba.

Esto de que la Administración ocupe más espacio del que está dispuesta a administrar constituye una contradicción de proporciones bíblicas. Viene a ser como si la cúpula directiva de El Corte Inglés fuera más numerosa que la de sus empleados. O como si el volumen del cerebro fuera mayor que el del cuerpo. Tendríamos que llevar el cerebro en una carretilla. Pero nuestros ministros y directores generales, que son los cerebros de la cosa, viajan en coche, con chófer. Nos salen por una pasta, en fin, para que se vayan de vacaciones cuando más falta hace que se encuentren en sus despachos. Despachos, por cierto, con mueble bar y mesa de reuniones y aseo propio.

El Estado se nos muere en la trastienda de los telediarios, mientras que los portavoces del PP balbucean como niños cogidos en falta frente a la pantalla. Si no son ustedes capaces de controlar 20 quilómetros de autopista, ¿cómo van a garantizar el poder adquisitivo de las pensiones? De las nuestras, queremos decir, porque las suyas están bien amarradas.