En esa foto de los tres padres vivos de la Constitución hablando en la Comisión debajo de sus propios retratos hay ya una redundancia, o una refracción de la imagen, pasada por el túnel del tiempo. En sus manifestaciones, coincidentes en que no resulta ineludible reformarla, hay otro tipo de redundancia (ésta no icónica sino discursiva), la relacionada con la previsibilidad, o sea, que alguien acabe diciendo lo que se esperaba que dijera: a fin de cuentas lo normal en quien redacta una Constitución, referencia de estabilidad, es que piense que, interpretada de modo flexible, puede durar de forma indefinida. Sin embargo, un modo de mantenerse vivo es evitar ser tan previsible; empeño que llegaría a patético si se hiciera de la imprevisibilidad un estilo, pero que bien medido ayuda a mantener la forma. Por favor, padres, sálganse un poco de madre, como cuando alcanzaron la paternidad.