Este sábado se cumple un año de la toma de posesión del presidente Trump y a primera hora (de Washington) del viernes, todavía no se sabía si el Senado aprobaría una ley urgente para subir el techo de gasto legal e impedir el cierre de las operaciones del gobierno federal. A esta situación -que siempre se acaba resolviendo- se ha llegado otras veces. Pero que pase con un presidente en su primer año de mandato y con mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes es excepcional.

E ilustrativo. La presidencia Trump se está caracterizando por la volatilidad de criterios y una irrefrenable tendencia al caos. En julio tuvo que cambiar al jefe de la Casa Blanca, un republicano clásico, y sustituirlo por John Kelly, un general amante de la disciplina para imponer orden. Pues bien, el pasado jueves el presidente en uno de sus tuits desautorizó al general Kelly por decir que su posición sobre el muro con México había evolucionado: «El Muro es el Muro y nunca ha cambiado o evolucionado desde el primer día que lo propuse».

Todo es así. El normalmente poderoso secretario de Estado de la primera potencia mundial ha sido varias veces desautorizado e incluso se ha filtrado que Rex Tillerson sería cesado. Para luego desmentirlo. Así la volatilidad domina toda la política exterior: Corea del Norte y su desafío nuclear, retirada del tratado contra el cambio climático, proteccionismo y relaciones con China, actitud ante la Unión Europea, reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel...

En política interior su relación con los demócratas e incluso con los republicanos es muy variable. No ha conseguido eliminar el Obamacare y la única gran ley que ha conseguido aprobar es la reforma fiscal. Su actitud contra la inmigración genera mucha oposición. Y lo más grave es que la investigación sobre los contactos de su campaña con Rusia para atacar a Hillary Clinton, dirigida por el fiscal William Mueller, puede acabar en impeachment.

Su único activo es la economía que marcha bien. Pero el mérito no es suyo sino de la política monetaria de la Reserva Federal, aunque aquí ha sido prudente al nombrar a un moderado para sustituir a Janet Yellen en la presidencia. Y su idea de bajar impuestos a las empresas ha calentado a Wall Street haciendo que el índice Dow Jones supere por primera vez el 16.000.

La imprevisibilidad de Trump ha causado una alarma generalizada. Incluso en el partido republicano. Hay elecciones en noviembre y con el paro en mínimos históricos deberían irles bien. Pero tienen miedo de que la pérdida de prestigio del presidente les perjudique. Aunque el populismo de Trump sigue atrayendo a parte de su electorado.