Todo el mundo tilda a Mariano Rajoy de indeciso, titubeante, inactivo. Sin embargo, en una de las grandes dicotomías que hay en esta vida (¿Sevilla o Málaga?) ha estado muy rápido eligiendo. Se ha quedado con Sevilla. Que organizará, en abril, la gran convención nacional del Partido Popular, si es que eso puede considerarse un premio para una ciudad. Rajoy lo considera. También optaba Málaga. No obstante, como el presidente del Gobierno es tendente al bienquedismo, diplomático, suavón y no partidario de agraviar a una ciudad/provincia que tantas alegrías electorales (y gastronómicas) le da (Málaga) ha establecido un premio consolategui: Málaga organizará un macro acto (se me está contagiando el lenguaje de partido) el 17 de marzo. Con el propio Rajoy. Vendrán, quieren, unos 2.000 militantes. A Sevilla se prevé que acudan 3.500 o 4.000. Seguramente luego a Málaga irán 1.200 y a Sevilla 2.300, pero bueno, las cosas en cuanto a previsiones son así y así se las contamos.

El acto rajodiano en Málaga bien podría incluir una despedida de De la Torre, inmediata o anunciada, o tal vez el alcalde se suba al atril, vea que la gente lo aplaude y salga diciendo eso que tanto repite: la gente me quiere, quieren que me vuelva a presentar. No siendo mentira lo que dice, sí resulta un tanto repetitivo. Tampoco es plan de que el hombre se suba al estrado y le hagan un feo.

Los dos actos proporcionarán relevancia mediática a Moreno Bonilla y servirán para mantener tensa a la militancia. Sobre todo si se adelantaran las elecciones autonómicas que, como diría un cronista castizo, es algo que se comenta ahora mucho en los cenáculos políticos. Ahora más bien diríamos desayunáculos políticos, que esa es la moda. Desayunar y hablar de política está bien, pero se conspira menos, no hay sobremesa y el día aún está por echar, con las obligaciones acechando. Dice Juan Marín, de Ciudadanos, que él está dispuesto para presidir la Junta y Maíllo, de IU, habla de esterilidad o incapacidad legislativa del actual Gobierno andaluz. Susana Díaz sin embargo está en una etapa más de gestos que de palabras. Besa afable en Fitur y hasta, le ha costado pero lo ha hecho, se fotografía con Pedro Sánchez. En Sevilla. Que curiosamente ahora, y contra lo que dicta el tópico, es al sitio donde a veces hay que ir para no perder la silla.