El pasado día 20 de enero estaba un servidor de ustedes curioseando las noticias del New York Times. Me llamó la atención un flash urgente en la edición digital del periódico, firmado ese mismo día por William Grimes, uno de los figuras de la casa: "Paul Bocuse, el más celebrado chef francés de los últimos tiempos y una figura primordial del movimiento culinario conocido como Nouvelle Cuisine, ha fallecido. Tenía 91 años. Su familia ha informado de su muerte. Los medios de comunicación franceses acaban de anunciar que ha fallecido en Collonges-au-Mont-d´Or, el lugar donde había nacido. Cerca de Lyon y donde está el famoso L´Auberge du Pont de Collonges, su restaurante con tres estrellas en la guía Michelin."

Recuerdo perfectamente aquella reunión del impresionante congreso de los Relais et Châteaux y los Relais-Gourmands (la asociación de los hoteles y restaurantes de gran clase internacional más respetada del planeta) que se celebró en Marbella en noviembre de 1983. En una de las cenas en Los Monteros (el hotel de Marbella en el que trabajé durante 12 años) un gran cocinero francés me dijo que el más grande de todos los chefs de Francia era Paul Bocuse. "Por encima de su "toque" - su gorro - sólo está Dios". Me impresionaron aquellas palabras que nunca he olvidado. Por supuesto, la merecida fama del gran maestro francés era bien conocida en Marbella desde hacía mucho tiempo. Gracias en gran parte a un gran chef belga, Paul Schiff, que se había instalado con su familia en Marbella a mediados de la década de los sesenta.

Había dejado su trabajo en La Villa Lorraine, entonces un mítico tres estrellas Michelin en las afueras de Bruselas, para iniciar en nuestra tierra la hermosa aventura de La Hacienda. Un maravilloso restaurante andaluz en los pinares de Las Chapas de Marbella. Consiguió dos muy merecidas estrellas en la guía Michelin. Las primeras de la historia de Andalucía. Paul Schiff, mi amigo Pablo, me habló muchas veces de Bocuse, aquel joven maestro de maestros, que se llamaba como él, al que el presidente de la República Francesa había concedido la Legión de Honor. Me aconsejó probar aquellas creaciones suyas inspiradas por lo que él había aprendido del genio de Bocuse y de otros como él. Platos que precedieron aquellos inolvidables boquerones rellenos de jamón y espinacas, que Paul Schiff preparó unos años después para el almuerzo oficial que Málaga ofreció en el Miramar a los Reyes de España en su primera visita oficial a la ciudad.

No estaba solo Paul Schiff. Ya en la década de los setenta Marbella comenzó a convertirse en un emporio de grandes restaurantes. La lista sería muy larga: La Hacienda, La Fonda, la Marisquería Santiago, La Tricicleta, el Charlemagne, el Pico Fino, el Metropol y tantos otros. No es una casualidad que la poderosa concentración actual de estrellas marbellenses en la guía Michelin tuviera su primera edición entonces. La gastronomía que se ofrecía en Marbella comenzó a llamar la atención en una región como Andalucía, por la que los inspectores de la guía Michelin solían pasar de largo. Preguntado por esto, un crítico francés había dicho una vez aquello - tan injusto - de que desde el Ebro hasta la Antártida había restaurantes que sin duda estaban muy bien pero que "sans le moindre doute" lo tenían complicado para figurar en la famosa guía roja.

La verdad es que fue un momento estelar para Marbella y para la Costa del Sol cuando se anunció que el Hotel Los Monteros de Marbella sería el primer hotel de la historia de España que consiguió con su restaurante ("El Corzo") una estrella en la guía Michelin. Recuerdo al chef del hotel, Gregorio Camarero, el gran Goyo, cuando le oí decir muchas veces durante los 12 años que trabajamos juntos que un cocinero no es nada sin su equipo, sus clientes y la buena escuela y el ejemplo de los grandes maestros. En su caso tenía también el apoyo de un hotel prodigioso, Los Monteros, creación de un providencial financiero salmantino, Ignacio Coca.

Goyo, un burgalés portentoso, hablaba el idioma de los genios. Durante sus años en Los Monteros convirtió la cocina del hotel en una espléndida escuela de alta gastronomía internacional. Entre esos profesionales de aquella "alma mater", estuvieron, entre otros maestros, mis antiguos compañeros Cristóbal Blanco, Manolo Castro, y los sobrinos y colaboradores del gran Goyo, Jesús y José Luis Camarero. La buena semilla fructificó de una forma tan extraordinaria como inesperada. Y hoy es imparable.

Muchos de los que fueron del equipo de Goyo se convirtieron años después en prestigiosos profesores de la Escuela de Hostelería de Málaga, La Cónsula. Gracias a esa institución y a los que trabajaban en ella, a partir del 22 de diciembre de 1993, el día de su inauguración, comenzó el primer capítulo de una historia apasionante. En la que Málaga se convirtió en la sede de una de las más grandes escuelas de la historia de la hostelería europea. Según el Fondo Social Europeo "la más socialmente rentable de Europa". La que ha hecho posible que hoy podamos hablar de una nueva gran cocina andaluza. Eso sí. Con un innegable sabor marbellí y con una fidelidad total a las maravillosas tradiciones culinarias de una tierra y de unos mares portentosos. Los nuestros. Los años pasaron. Y una nueva generación de jóvenes maestros andaluces está hoy escribiendo auténticas páginas de gloria en el mundo de la gran gastronomía internacional, tanto en nuestra tierra como en el resto de España e incluso más allá de nuestras fronteras.

No sería de justicia no recordar hoy con emoción la presencia en Marbella del maestro Paul Bocuse como máxima estrella invitada en un gran festival de gastronomía internacional que organizó el Hotel Don Carlos (el antiguo Marbella Hilton) en la segunda mitad de la década de los ochenta. Con la dirección técnica de Paul Schiff de La Hacienda y el muy importante apoyo económico del propietario del hotel, el financiero libanés Joseph El-Khoury. Sin olvidar la decidida colaboración del Ayuntamiento de la ciudad. Con gran pesar me perdí entonces unas jornadas memorables que hicieron posibles grandes cocineros invitados y llegados a Marbella desde los cuatro puntos cardinales. En aquellos años dirigía un servidor de ustedes el Hotel Villa Magna de Madrid. Gracias a mi buen amigo, Juan Manuel González-Badía, el que fuera durante muchos años el admirable director de la Oficina de Turismo de Marbella, pude seguir de cerca aquel acontecimiento.

Hace hoy veinte años, en los tiempos gloriosos de La Cónsula, decidimos un día visitar a Paul Bocuse para cumplir con el deber moral de darle personalmente las gracias. Aprovechamos nuestra participación en una reunión de trabajo de la iniciativa comunitaria Youthstart de la UE en Saint-Étienne, cerca del pueblo del maestro. Viajamos a Collonges-au-Mont-d´Or en nombre de La Cónsula el profesor Jesús Camarero, sobrino y antiguo discípulo del maestro Goyo, y un servidor de ustedes. El encuentro con el gran Bocuse fue inmensamente emocionante. Doy fe de ello. Cuando nos despedíamos del maestro en la puerta de su restaurante, lugar sagrado por el que han pasado los más importantes personajes del mundo, nos acordamos que en el carrete de la máquina fotográfica de Jesús Camarero le quedaba una última foto. Ahí la tienen ustedes.

Descanse en paz don Paul Bocuse, un francés universal, maestro de maestros y un buen amigo de España.