Mamá, mamá, tengo trabajo en Telecinco, le dice el hijo eufórico a su madre. La madre, sin pestañear, quizá con la taza del café a medio camino, lo mira y le contesta, lo siento, hijo, haber estudiado. No me negarán que es un retrato perfecto de la cadena. Recuerdo haber leído lo anterior en una red social, y me la apropié como un quinqui cualquiera, sí, aunque sea del PP. Me imagino que desde el miércoles habrán notado que les falta la vida, que el aire no llega al organismo, que andan como mareados, con menos energía que la audiencia de Dani&Flo, con más desgana que los propios Florentino Fernández y Dani Martínez, pobres, que siguen haciendo sus tonterías ante un escenario vacío, un acto de los más heroicos que se conocen, en fin, que la vida desde el miércoles no tiene sentido porque cuando van a la tele, le dan al mando, y esperan el regalo, nada, allí no están. Después de diez años cogiendo el micrófono como se coge un falo, Emma García y su tienda de casquería ha desaparecido de Telecinco. Se han limpiado Mujeres y hombres y viceversa. Es un cadáver patético que se iba pudriendo como todo lo que caía en el suelo de la Sevilla del siglo XVI donde un magnífico Paco León brilla en mitad de esas tinieblas en La peste, en Movistar. Seguro que los fieles de ese formato que resume muy bien a muchos jóvenes que ni estudian ni trabajan ni tienen curiosidad por casi nada que no sea ellos mismos, y un sentido de la fama distorsionado y podrido, esa fama vocinglera, chabacana, ruda, de medio pelo, hormonada y cateta que se fomenta desde Mujeres y hombres y viceversa, seguro que los adictos a semejante estercolero se han puesto de los nervios porque les quitan el maná que alimenta sus espíritus. Pero que no cunda el pánico. La basura ni se destruye ni desaparece, se traslada de cadena, que Mediaset tiene la boca tan ancha como el delirio de Puigdemont, el cinismo de Rajoy, o la falta de escrúpulos de Eduardo Inda. Total, que el desecho, el cascajo, el derribo y el símbolo de una juventud desorientada se lo lleva Paolo Vasile a Cuatro.

El PP y Pitingo

Cuatro se está convirtiendo en un contenedor de chicharrones e higadillos. Mierda que ve, mierda que quiere. La última adquisición en el mercado de la risión y el despiporre es Los reyes del barrio, que llegó a la cadena para completar su debacle, o su triunfo como genuina de la extravagancia de unos personajes nacidos para esa fama cutre que tan buenas migas hace con la mediocridad. Cuatro está hasta el culo de chonis y chulos de gimnasio. Y mucha pluma, más pluma que en un estreno de Norma Duval. Sobre Mujeres y hombres y viceversa hay que recordar la parodia que hicieron en un afilado Homo zapping poniendo a dos tronistas -palabra que sólo existe en Telecinco y en ese programa, un término que apunta al hormonado que, creo, ocupa un sillón desde el que busca a su choni para, llegado el caso, despelotarse en alguna revista y ganarse unos euros extra-, pues eso, que en ese Homo zapping discutían varios tronistas no sobre el color de las bragas sino sobre la relevancia intelectual y social de la Generación del 27, dónde va a parar, con respecto a la del 98. Una hostia en toda la jeta de esos burros. Pero no todo va a ser cosa cutre y bajo fondo. 13 TV, que los obispos llaman ahora Trece, e Intereconomía, se han convertido en un contenedor de hombres y hombres y muchos hombres que acuden a rezar, llorar, y a divertirse en esas cadenas amigas de rabioso centro extremo a contar que ellos de robar y robar, nada de nada. Han pasado gloriosos señores del PP como Bárcenas, Álvaro Pérez, el Bigotes, tan cachondo, o el truculento Francisco Granados. Estoy contando los minutos que le faltan a Francisco Camps para sentarse de nuevo frente a la estrella de la tele obispal Antonio Jiménez, que recibe a imputados, acusados, mentados, señalados o martirizados por corrupción del PP como se recibe a estrellas del rock. El cascabel es al periodismo lo que Pitingo es a la música.

Bendita eléctrica

Es cierto que también podrían acudir a los brazos amigos de TVE, pero ahí tendrían que guardar un poco, sólo un poco, las formas. Fíjense cómo está la cosa en la tele pública que el líder de Podemos Pablo Iglesias ha dicho que es más importante Operación triunfo que el Telediario ya que un programa de entretenimiento como OT recoge un latir callejero y social que apenas es controlable en el sentido de censurable. Asegura, y estoy de acuerdo, que la clave de la manipulación no está en los informativos, por ser evidente, sino en series y programas, y que cuando Wyoming arranca en La Sexta El intermedio diciendo que «ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad», es así, es verdad, porque desde el humor se hace un retrato despiadado de una realidad que se puede explicar mejor que desde un informativo. No sigo mucho, es decir, no sigo las emisiones de Operación triunfo -cantantes, cantantas y otros lindos etcéteras- pero sí me llegan sus ecos. Y es verdad que en esta edición se habla de reivindicaciones de tipo social, de igualdad sexual, que se hace con desparpajo y que OT y sus alrededores se convierten en tendencia en las redes -el fotomontaje del beso entre Rajoy y Franco visto en los ensayos fue una gamberrada, un puñetazo que no pasó desapercibido-. El día que pongan un beso entre los reyes eméritos, Juan Carlos y Sofía, lo petan. ¿Desde cuándo no se lo darán estos separados reales? La última vez que los sacaron juntos fue en el Telediario de La 1 en un reportaje de Lorenzo Milá desde Roma. Seguro que acudieron cada uno por su lado para inaugurar la nueva iluminación de Santa María la Mayor, pero la tele los saca juntos, como una pareja feliz. Bendita Endesa, capaz de estos milagros. A ver si la compañía eléctrica obra el milagro de hacer lo mismo entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, que se encontraron en Sevilla como los tronistas de Mujeres y hombres y otros berzas se encuentran fuera del plató para que surja el amor o lo otro. En Sevilla surgió lo otro.

La guinda

Encontrado

Ya está, ya sabemos dónde está Paco Lobatón. Está haciendo de Paco Lobatón en La 1. Nos preguntábamos más de uno ¿Quién sabe dónde? estaba el andaluz, y TVE, que está en todo, y de la mano de Silvia Intxaurrondo, aunque con otro nombre, nos lo ha traído de nuevo a casa dirigiendo Desaparecidos. Más mono. Paco ya no se pone delante sino detrás de las cámaras, pero todo Desaparecidos sabe a la década del 90.