La calle educa en paralelo a la escuela. La calle hace tiempo que intenta que aprendamos que no hay que ponerse enfermo el fin de semana, ni tener un accidente en verano. Y la calle nunca deja de estar ahí, sigue siendo pública después de lo publicado. La noticia parece que es la calle, pero no lo es. Incluso la calle no sale demasiadas veces en las noticias. Porque no siempre lo que pasa sale ni lo que sale es lo que de verdad pasa.

Hace demasiado tiempo que gota a gota el vaso de la Sanidad de todos está colmado. En ocasiones, incluso cada anécdota vivida en Urgencias en temporada alta, por ejemplo, es el colmo que colma el vaso del paciente. Y anécdota a anécdota las clínicas privadas florecen como setas en la calle. Está bien. Pero no que sean la prueba de que la Sanidad de todos no lo esté tanto. Tres médicos para doscientos pacientes los fines de semana en un flamante chare (centro hospitalario de alta resolución de especialidades) como el del Guadalhorce, en la localidad malagueña de Cártama, que todavía huele a nuevo, saturado pero que nunca parece inaugurado del todo, caben a unos setenta pacientes por atender cada sábado, cada domingo. La gente de Coín, de Pizarra, de Alhaurín, de Álora, etc., que antes debía desplazarse al Hospital Clínico parece haber desaprendido, al disponer al fin de un centro hospitalario comarcal, que no se debe enfermar en fin de semana.

Tampoco los días laborables la dotación impresiona. Contaba ayer en La Opinión Melanie Soler que el chare cuenta con cinco médicos en horario de mañana y cuatro en horario de tarde entre semana y se reduce a los tres ya mencionados por día durante los fines de semana. Una amiga anduvo hace un par de meses con su madre, vecina de Alhaurín de la Torre, por las consultas y creyó que allí no trabajaba nadie.

Tampoco parecía haber muchos trabajadores en la vigilancia del Hospital Macarena en Sevilla la noche del 18 de enero, cuando violaron a esa pobre mujer que cometió el error de guarecerse en una sala de Urgencias. Allí se mezclan familiares que esperan con indigentes que ya no esperan nada y que se refugian del frío y la oscuridad de los demás cuando fuera está oscuro.

Y si había muchos trabajadores en el Hospital de Antequera habría que pensar por qué se les olvidó un paciente un día antes, también en la sala de Urgencias, infartado por un ictus cerebral durante horas sin atención alguna.

Detrás de cada acto violento o trágico no siempre hay ´un ajuste de cuentas´, la explicación ésa que nos deja extrañamente tranquilos, como si no fuera con nosotros el horror sucedido. En la Sanidad hay cuentas por ajustar.