Temporada 2010-11. El equipo entrenaba los sábados por la mañana a puerta cerrada. Trabajaba básicamente las acciones de estrategia, por lo que el reparto de petos desnudaba a titulares y suplentes. Para acertar la alineación en la previa subíamos al edificio de enfrente del estadio, con unas magníficas vistas al verde. Llamábamos a los timbres, decíamos que éramos el cartero y nos colábamos en la azotea. Para perfeccionar la maniobra mi padre me compró unos prismáticos. No es fácil usar unos prismáticos con las gafas puestas. A menudo los vecinos subían a tender la colada, pero nunca nos decían nada. Yo hacía como si no existieran, ahí con mi libretita de espía entre las sábanas.

Temporada 2010-11. Por qué estábamos tan flipaos en la temporada 2010-11. Llevo unos cuantos años en esto, tampoco tantos, pero los suficientes para toparme, sin salir de casa, con unas cuantas historias. La mayoría sin querer, algunas impublicables. Uno dio positivo por cocaína en un control interno y siguió jugando. Otro salió en camilla de un pub con los pies por delante. Otro le dio una patada voladora a un tercero mientras daban vueltas al campo en un entrenamiento. Otro dio positivo por cocaína en un control externo y lo echaron. Otro acabó en una clínica de desintoxicación. Otro se mareó a mitad entrenar porque había ido de empalmada. Otro era incapaz de atrapar un balón al vuelo porque aún estaba borracho y descoordinado. Otro montó una mini cooperativa de apuestas. Otro dijo tantas veces como excusa para no ir a entrenar que se había muerto su abuelo que ya todos se lo tomaban a broma. Otro acabó en el hospital tras una pelea de madrugada en la verbena del pueblo, y se escapó al día siguiente para jugar un amistoso. Otro tenía una novia que criticaba a sus compañeros en un foro de internet, y un día se presentaron en su casa para pedir explicaciones. Otro dijo también que se había muerto su abuelo para no ir a entrenar y el día de partido se guardó un minuto de silencio por él, pero en realidad estaba vivo. El entrenador alabó después su compromiso.

Todo eso sin pensarlo mucho y sin contar con presidentes, directivos, representantes y demás actores. Si tuviera que definir mi vida laboral lo haría con la siguiente palabra: tranquila.

Yo al futbolista le veo un problema. Debe tomar las decisiones más importantes de su vida a una edad en la que los demás aún tenemos derecho a equivocarnos. Hice Letras Puras en el instituto y mira, aquí estoy, pero decides algo similar al acabar el ciclo en juveniles y olvídate de ser profesional. Además nací justo para evitar la mili y para que no hubiera redes sociales en mi adolescencia, así que pude hacer el imbécil tranquilo, matemáticamente salvado.

Ahora no madrugo un sábado para acertar una alineación de Segunda B en una previa ni loco. Ahora cuento los días que faltan para poder explicar el viernes que Coutinho es en realidad el hijo de Fernando Couto, que ojalá el hijo de De la Red sea lateral para que todos los balones vayan al lateral De la Red, que a Adán el otro día se le coló un remate por el hueco de la costilla que le falta, que Zidane es humano porque superar la baja de Coentrao ya hubiera sido demasiado, y que la teoría de cuerdas la entiendo bastante bien, pero saber cuándo una mano es falta o no es falta, es penalti o no es penalti y es tarjeta o no es tarjeta, ya se lo dejo a los superdotados.

Temporada 2017-18. Por qué estamos tan gilipollas en la temporada 2017-18. Respeto a todo el mundo menos a los que escriben su propia página en Wikipedia. Tampoco a los que hablan siempre como si estuvieran leyendo un libro de autoayuda. Son asuntos que alteran mi paz mental. Un canallita que hacía de jurado en la tele aconsejó a una joven concursante: «hay que enfrentarse al mundo con disciplina, nunca lo olvides». Lo dijo un lunes de madrugada en un reality, que hay que ser hijo de puta. Poco antes Ronaldinho había anunciado su retirada. Ronaldinho ganó la Champions y el Mundial y se dio a la buena vida. Messi ha ganado más Champions, pero le prohibieron comer pizza. Elijan ustedes, porque en el fondo es todo lo mismo. A mí Gibraltar me da igual, pero California la podríamos recuperar.