Malabares hice en ocasiones para no empezar un programa con la palabra Cultura. La intención era atrapar con ella antes de que nadie se diera cuenta de que era ella la protagonista del programa y saliera huyendo. El entretenimiento fácil puede llegar a ser tan epidérmico como epidémico y hacer que una sola reflexión más o menos profunda que, para colmo, requiera del necesario conocimiento adquirido, pueda producir el mismo efecto que respirar amoniaco a un borracho.

Es el sólo sé que no sé nada de Sócrates frente al no me rayes, tío, ni me comas el coco de adultos eternamente adolescentes con hambre de chuches. Es mi niño mirando youtube por la tele y su padre, yo, corriendo a sacarle del ensimismamiento cuando escucho: la tía puta me quiere cagar y me ha echado los zombis encima.

Mil youtubers lo son por el mero hecho de subir sus vídeos a internet. Por lo tanto, y como pasa siempre en la web, entre ellos hay de todo. Algunos comentan juegos que los niños transitan, como el Minecraft, por poner un ejemplo de juego interesante. En ocasiones, los visionados de esos vídeos son increíblemente numerosos, pero su ´éxito´ no implica calidad, control ni preparación alguna. Ya de por sí estar mirando cómo juega otro por la tele es un tiempo casi muerto y meramente técnico, sin apenas contenido narrativo ni aporte de elementos intelectuales de ningún tipo. Si además quienes van comentando sus proezas como gamers utilizan un vocabulario limitado y expresiones zafias, machistas u homófobas -sean conscientes de ello o no-, el peligro de homologar su existencia como espectáculo infantil y juvenil en abierto a series de animación y películas familiares que podrían ocupar ese tiempo del menor frente a la pantalla es tan grande, que se hace necesario un permanente control parental.

Y aunque eso forma parte de la cultura de nuestro tiempo, esas siete letras se escriben en minúscula. La Cultura que te vacuna contra la manipulable ignorancia, la que te convierte en un hámster que se cree feliz dando siempre las mismas vueltas al cacharrito de la noria en su propia jaula, es la que ha sido premiada en Málaga. Las medallas al mérito en las Bellas Artes que los Reyes de España han entregado en el centro Pompidou (al lado de Felipe VI, a propósito, hasta el imponente José Coronado parecía Tyrion Lannister, las cosas de la imagen y la genética y los filetes sin nervio desde chico), han celebrado la Cultura reconociéndola en 20 actores, escritores, diseñadores, músicos, pintores, cocineros, etc.

Aprovechando que el Pisuerga pasa últimamente de manera torcida por la Catalonia independentista, el ministro Méndez de Vigo -de lo mejor del PP, ya hablaremos de eso- dijo con obvia intencionalidad política: «La Cultura es el alma de la nación española€, su fuerza, su innovación, su historia, su arte, su música, su cine, sus libros conforman la identidad de España». Y, la verdad, cada vez suenan mejor esas frases dichas en Málaga.