Maldad y caridad

Hace unos días se conocía el mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de este año, que empezará el próximo miércoles. Tiene como título "Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría". Porque "Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, raíz de todos los males; el rechazo de Dios, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos". Resulta evidente que la maldad tiene una gran repercusión en la vida personal, familiar y social. El papa recuerda una vez más que existen "los falsos profetas" que son como 'encantadores de serpientes' que "se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren" ofreciendo un "placer momentáneo"(drogas, relaciones afectivas de 'usar y tirar', ganancias fáciles pero deshonestas o una vida virtual en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido). Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar", presentando "el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre". Los cuarenta días de la Cuaresma son una ocasión más para la conversión. Durante muchos siglos, han sido innumerables las personas de todas las clases sociales, procedentes de cualquier País de la Tierra que en un momento de sus vidas, han cambiado su forma de actuar y de relacionarse con los demás. No faltan ejemplos heroicos y ejemplares. Por esto, conviene recordar lo que escribió San Josemaría Escrivá "De que tú y yo nos portemos como Dios quiere -no lo olvides- dependen muchas cosas grandes". Esta maldad se refleja ampliamente en la creación, "la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte". Ante esta situación, el papa recuerda que "la Iglesia, madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración (para descubrir las mentiras), la limosna (compartiendo nuestros bienes) y el ayuno (que debilita nuestra violencia y nos desarma)".

Plácido Cabrera Ibáñez. Málaga