'Educación, ciencia y paro juvenil', por Pedro Moreno Navarro. Profesor de Secundaria desde 1984

Las reformas educativas fracasan antes de nacer porque no son educativas. Persiguen estas reformas que se aprueben asignaturas (ciencia) a través de su devaluación, minimizando la figura formativa y capacitadora del profesor. Acosos, palizas, amenazas, suicidios, abusos, robos, mentiras, etc., tendrían el más serio impedimento con un profesorado protegido y autorizado, cual lo están los jueces, porque el profesor es instructor y es juez. Si como juez suspende al alumno, puede tener serios problemas bajo un triste desamparo.

Los niños son niños, pero también son futuros trabajadores, y acaban el Bachillerato sin que se les haya tratado como a tales. Si al alumno se le anima a hablar al profesor de igual a igual, de tú a tú, atender al profesor será una opción, no un deber inexcusable. El profesor -ensayo de jefe formador desautorizado por los ‘jefazos’-, sobrevive a menudo como ‘colega guay’ de los alumnos; el empresario, en modo alguno lo es, ni guay ni colega.

El profesor y el colegio son la conexión del niño entre la familia y una sociedad muy normativizada, con muchísimas más obligaciones que derechos. Pero demasiados lo aprenden al revés. Esto se capta en una entrevista de trabajo en cuanto el aspirante cruza el umbral de la puerta.

Ciencia y educación no son la misma cosa. Educar es persuadir -y si no, obligar, ¡obligar!-, a comportarse. Del colegio tiene que salir un ciudadano respetuoso y responsable, cumplidor del deber, apruebe o no, pero razonablemente fiable. Sin embargo lo que cuenta aquí es el aprobado (certificado de conocimientos -ciencia-, aunque no haya tales); cuenta para el alumno, para la familia y para la Administración, o sea, los políticos. Para el empresario no tanto, necesitará referencias.

Lo desproporcionado del paro juvenil que sufrimos se lo debe todo a nuestro sistema educativo que, por permisivo, timorato y politizado, no es fiable. La graduación en Secundaria Obligatoria (ESO) debe suponer la primera referencia -positiva- para la vida laboral. No lo es.