Con el inestimable concurso de la prensa de referencia, los servicios de espionaje estadounidenses no se cansan de alertarnos de la interferencia rusa en las elecciones de Occidente.

Estados Unidos, que, como bien sabemos todos, no tiene por costumbre entrometerse en procesos electorales de terceros países, atribuye a Moscú la intención de «alterar legislativas» ajenas mediante ciberataques, como hizo ya, según la CIA, en las presidenciales norteamericanas.

Hay, dicen los espías de aquel país, una carrera por la superioridad tecnológica en la que se utilizan herramientas «para moldear sociedades y mercados», y las amenazas no proceden sólo de la Rusia de Putin, sino también de Irán, China y Corea del Norte.

Pekín tiene ansias expansionistas en el mar del Este y el sur de China, además de ambiciones económicas mundiales, algo de lo que al parecer carece Washington, y, junto a Rusia, el gigante asiático buscará «esferas de influencia» y tratará de socavar la de EEUU en el mundo.

Por supuesto, Irán, el enemigo de los firmes aliados de Washington, Israel y Arabia Saudí, tratará de expandir también su influencia por Oriente Medio mientras que la Europa, advierten también la CIA, se enfrenta al doble desafío de la inmigración y la amenaza terrorista.

Pero un momento, ¿no fue la precisamente la intervención militar de EEUU en Afganistán, primero, y luego en Irak y Libia la que convirtió a esos países en Estados fallidos?

Estados Unidos se lanzó a aquellas insensatas aventuras militares, arrastrando a sus más dóciles gobiernos aliados, y ahora no quiere saber nada de refugiados: ¡Allá se las apañen los europeos!

Hay que ver todas esas alertas que lanzan un día sí y otro también los Estados Unidos en el contexto del rearme que ambiciona la superpotencia y que pasa, entre otras cosas, por un incremento del presupuesto militar de sus socios de la OTAN.

Hay que mantener asustado a Occidente porque ¿cómo se va a justificar, si no, el que nuestros gobiernos dediquen más fondos eso que se llama eufemísticamente «seguridad» mientras recortan los programas sociales o el dinero destinado a educación?

Y resulta significativa la pugna que parece haber estallado entre Estados Unidos y sus aliados a propósito de las compras de armamento: los europeos quieren reforzar su cooperación en esa materia y Washington teme que ello vaya en detrimento de sus propias ventas de armas.

Para acceder al fondo europeo de defensa, que se pretende que llegue a más de 5.000 millones de euros en cada ejercicio, las empresas que lideren los proyectos tienen que ser europeas y sólo excepcionalmente se permitirá que participen terceros.

Los Estados Unidos de Donald Trump, el presidente del ´America first´, recelan ahora de que ese proyecto de cooperación europea sirva para ´excluir´ a productos estadounidenses. Pero no creo que Washington deba preocuparse demasiado: sus aliados de la OTAN se han mostrado siempre dóciles.