Posiblemente no fuese un 14 de febrero cuando lo conocí pero, reconozco que no tardé en darme cuenta que él iba a ser el amor de mi vida. Compartir mi infancia con Oliver y Benji y su famosa frase «el balón es mi amigo», me llevó a querer cuidar de cada pelota que mis padres me regalaban como oro en paño.

Nací en el seno de una familia de esfuerzo donde el amor y el respeto eran factores comunes en el hogar. Debo haber sentido esta pasión que me lleva a desvivirme por lo que hago y vibrar como el primer día que me enfundé las botas, desde el mismo vientre de mi madre. Y es que, repasando los álbumes de fotos, aquellos que con las nuevas tecnologías han quedado prácticamente en el olvido, encuentro imágenes donde aparezco junto a una pelota de fútbol, la cual puedo imaginar que me costaría gran esfuerzo golpear por el tamaño de ambas partes. O el esférico era muy grande, o yo apenas estaba empezando a dar los primeros pasos y mi estatura en ese momento me impedía poder dominarlo.

Febrero es el mes en el cual infinidad de parejas enamoradas celebran el día 14 de una manera muy especial, en cambio yo soy de las que piensa que San Valentín es los 365 días del año. Teruel, de donde soy y desde hace unos años considerada Ciudad del Amor, haya hecho de mí a una romántica empedernida. Estos días en la ciudad se celebra la representación de una de las historias de amor que más ha trascendido a lo largo de los siglos, los Amantes de Teruel.

Sí, reconozco que presumo de mi tierra. Somos pocos, pero buenos. Ni los fríos inviernos ni los calurosos veranos impedían que nos juntáramos en la calle para patear al mítico Adidas Questra, balón que siempre tendrá en mi mente un recuerdo especial. Se nos define como nobles, atentos, entregados, generosos y también algo cabezotas. Tenemos un carácter tenaz y pasional, ahí la razón por la cual ante graves lesiones que he sufrido, ha sido capaz de pasar por mi pensamiento el abandonar lo que más me gusta, lo que me hace sentir esa magia incalculable y un amor incondicional; el fútbol.

El deporte es el motor de mi vida. Yo no vibro con la pintura, no nací para ser una estrella de la canción o una prestigiosa abogada porque desde el vientre de mi madre ya sabía lo que me gustaba y qué pasión tendría en mi vida.

No soy de celebrar los goles dibujando corazones, tengo otro motivo especial, pero sí soy de amar lo que hago y de entregarme en cuerpo y alma. Y lo que hace años era una niña a la que le gustaba soñar, hoy día parte de esos sueños se han hecho realidad, manteniendo esa ilusión intacta por conseguir cumplir más.