Tal como recoge el DRAE ¡Zas! es la voz onomatopéyica expresiva del ruido que hace un golpe, o del golpe mismo. Si nos ajustamos al nombre ruido, entre las diferentes entradas registradas en el mismo diccionario, podemos observar sus variadas acepciones: sonido inarticulado, por lo general desagradable, sin ritmo ni armonía; repercusión pública de algún hecho; interferencia que afecta a un proceso de comunicación; alboroto o mezcla confusa de sonidos...

Todos estos sentidos que podemos tomar de la palabra ruido tienen un nexo en común: la repercusión nociva generada por su expansión y descontrol en la capital malagueña. No es nuevo este conflicto, el cual ha ido en aumento en la última década y ha supuesto que sectores como el Centro Histórico y Teatinos estén recibiendo un continuo ¡Zas!, convirtiéndolos en zonas acústicamente saturadas.

Distritos afectados por un prolongado desacuerdo entre los artífices de este estrepitoso desconcierto, junto a un contradictorio silencio administrativo conferido frente a las persistentes denuncias contra este zumbido, donde los residentes están padeciendo los perjuicios contra su salud - elevado grado de estrés que puede desembocar en diabetes o enfermedades cardiovasculares- y las arduas molestias en sus actividades cotidianas.

La ciudadanía es ajena a estos peligros y se torna cuestión prioritaria dar visibilidad a la relación entre ruido y problemas de salubridad, porque no somos conscientes de la gravedad de esta contrariedad. Urge, después de tantos errores acontecidos, la adaptación de medidas reductoras de la contaminación acústica en estos entornos, como recomienda el Defensor del Pueblo Andaluz. Pitágoras añade: «Escucha, serás sabio; el comienzo de la sabiduría es el silencio». El conveniente silencio redentor. Así sea.