Más que celebración el 28-F de este año es un acto reivindicativo de Andalucía, contra el estereotipo que tiene en el banquillo a algunos de sus más conspicuos gestores. El modelo vigente está desahuciado; ha llegado a hacerse viejo y se nota ya muy visto, aburrido, explotado por la misma burocracia, para que sea motivo de fastos y banderas.

Desde luego que somos críticos con Andalucía; la resaltamos en sus errores con mucha más dureza que a otras autonomías regidas por la gestión conservadora; esa que ha sido letal para el futuro de la Comunidad Valenciana, pero no hacemos de la comparación nuestro modo de medir, porque estamos lejos de la satisfacción mínima en empleo, sanidad, educación, industria o movilidad ferroviaria, exclusión y pobreza andaluzas, por citar solo algunos casos.

Humildad es la primera condición de los territorios inteligentes. Abanderarse en «nuestra tierra» es tan inútil como estúpido. Incluso para favorecer esa uniformidad horizontal de dar a cada una de las ocho provincias un tratamiento similar, para que todas estén contentas. No somos partidarios del invento de Francisco de la Torre de «mayor descentralización», para que cada cantón haga el cateto como quiera, (con lo que nos quería convencer de que siendo senador se volvería imprescindible) para la reforma cameral fallida y siempre retrasada por su partido.

Se dice que Málaga es la capital económica de Andalucía, pero eso es una verdad muy poco convincente, un lugar común. Si Málaga tiene que ser capital de algo es del liderazgo de la comunidad andaluza alrededor de la innovación. Tenemos una serie de fortalezas en turismo, medio ambiente y tecnología. Son talentos a compartir, a ensanchar, a distribuir por corredores. Nos falta un corredor ferroviario de transporte de viajeros y mercancías, planes logísticos de nuevas áreas de distribución, nos faltan territorios industriales, empleo, mayor interconexión en el tejido regional y nos sobran competitividad de «marca», orgullo «fatuo». Debemos aprender a cooperar de verdad con las ciudades punteras de Andalucía, tratar mejor a los ciudadanos propios y residentes, definir los Indicadores Municipales de Bienestar, el Producto Interior Municipal. En EEUU, los estados de Maryland y Vermont han cambiado la medición de la economía por el PIB por el Índice de Progreso Real (IPR). Este medidor identifica 26 indicadores, con variables nuevas, que son específicas para un territorio común. Innovar para sanear la economía, la deuda y el modelo productivo propio.

Málaga tiene una gran oportunidad para ser capital del liderazgo en innovación. La provincia de Málaga tiene las fortalezas requeridas. Sus ciudades trabajan para vertebrar, -desde Ronda a Nerja, con Estepona, Antequera, Vélez-, el inacabado Arco mediterráneo Sur, sacando a Andalucía de la película en blanco y negro, la de buenos y malos. Cierto que tuvimos al saqueador madrileño GIL, pero no hemos abandonado ni los prejuicios ni la maquinaria administrativa y política que hoy está pasando por su rendición de cuentas. Rendición que tendrán que pasar los campechanos discursos de los airados anticapitalistas, que aún no saben de qué va la innovación social global.

No queremos tampoco la retórica patriótica de Sevilla, con quien no tenemos agravios y sí mucho que intercambiar, interconectar, coordinar y solidarizar, en la definitiva modernización de la Comunidad Andaluza. Así, que está claro que esta región necesita dos tirones: uno de las orejas, y otro de las ciudades: Mucho menos de la palabrería retórica del staff viejuno de la Junta y mucho más de la gente joven emprendedora e innovadora que se mueve por el liderazgo de Málaga como capital del nuevo territorio andaluz, sin complejos de horizontalidad, ni reparto «equitativo» de la tarta autonómica. El reparto ha de ser inteligente, contra la desigualdad y la subida de los índices de valor de cada gente y de cada sitio. Primero el común de la gente y después el común de los sitios de campo o de ciudad. Moderno no es cortarse el pelo a la taza, es servir a una estrategia democrática de innovación social, de igualdad de género, de bienestar de la ciudadanía y de servicios sociales avanzados, digitales y tecnológicos, como contra la pobreza infantil, a favor de la renta básica, el horario digno y la conciliación familiar. El freno al abuso de las subvenciones no se hace dilatando la burocracia para concederlas, se hace liberalizando lo que se pueda y regulando lo que produce desigualdad y pobreza, o se va a paraísos fiscales como beneficio particular.

Estamos, pues, ante un cambio de etapa, pero los protagonistas perpetuos quieren seguir celebrando el pasado, retocado con cosmética casera. Andalucía necesita una reforma radical que debe venir de sus ciudades, no vendrá de su autonomía. Una reforma de los derechos urbanos por la igualdad, que no puede separarse de la creación y reparto de riqueza, energía y formación, que hoy se dan por conseguidas por Felipe González y su caricatura españolista, Susana Díaz.

«Andaluces, levantaos», ...pedid innovación. El liderazgo territorial de Málaga solo se conseguirá corrigiendo el modelo conservador, dependiente y franquiciado que ha impuesto aquí el PP en estos 20 años, haciendo pasar lo que es desarrollismo puro por inteligencia urbana. Pero la inteligencia no depende de modelos caducados, sino de insuflar sostenibilidad a la contabilidad creativa del neoliberalismo y repartirla con justicia. Frente a la desidia en la que siempre han estado algunos de sus ilustres predecesores en el estancamiento político de la Comunidad Autónoma, -hasta que se descubrió la fiesta autonómica de los ERE-, habrá que salir del estereotipo de Málaga como un «caso de éxito» de «ciudad desigual», en el que sus representantes desde Arenas a Zoido, Villalobos y Moreno Bonilla persiguen instalarse.

Los jóvenes, las mujeres, las nuevas culturas inter-generacionales, los que hoy están en la precariedad, sabrán qué hacer con un 28F en el que el liderazgo de Málaga sea sustancialmente distinto de este que festivamente se fomenta por el neoliberalismo incivilizado.