Si viajas mucho, como hago yo estos días, te enteras de más cosas. Por lo general, de más cosas malas. ¿Por qué? Porque la gente no se encuentra bien. Cuando la gente no se encuentra bien, le gusta dar malas noticias. En Bilbao me preguntan si me acuerdo de Ricardo. Pues no, no me acuerdo.

-Sí, hombre -insiste mi interlocutor-, aquel tipo que escribía novelas en las que los personajes solo tenían un brazo.

-Ah, sí, ahora caigo.

-Se pegó un tiro en la sien la semana pasada.

Al tal Ricardo, parece que lo estoy viendo, le faltaba el brazo derecho, de modo que tuvo que dispararse con la mano izquierda, aunque era diestro. Eso al menos decía él, que era diestro. Parecía un chiste. Quiero imaginar que matarse con la zurda viene a ser como si te matara otro. Naturalmente, no pregunto por los motivos de su decisión. Me invitan a cenar con la viuda, pero me disculpo alegando ardor de estómago y regreso pronto al hotel. Hubo una época en la que viajar resultaba divertido porque la gente tenía esperanza, futuro, ilusión. Los días de la semana carecían de la pesadez actual. Pero lo del manco suicida no es nada comparado con las pequeñas tristezas que la gente te cuenta sobre sus hijos, que no encuentran trabajo o se van fuera. Intentas quedar con alguien al que hace meses que no ves y te dice que imposible porque está cuidando a los nietos cuyos padres, deprimidos por la falta de perspectiva, se pasan el día en la cama. Viaja uno por un país enfermo de mentiras, de precariedad, de frío, de pobreza energética, de oposiciones imposibles a guardia civil.

No hay alegría en España, esa es la verdad. No hay presupuestos, no hay nada, excepto esa ficción gubernamental según la cual crecemos más que el resto de Europa, incluso más que el resto del mundo. Cuando le suben el sueldo a un banquero, la tele dice que nos lo han subido a todos. Significa que crecen unos pocos a costa del decrecimiento de la mayoría. Le sacan los hígados a la gente por cuatro perras. Pronto les pedirán a los diestros el brazo derecho y a los zurdos el izquierdo, para que se suiciden como si fuera otro el que les disparara. La tele lo celebrará porque los suicidas eran jubilados improductivos.