Málaga capital. Ciudadanos ha decidido ponerse un poco borde y ha dado una rueda de prensa resaltando que no se dan las condiciones para apoyar los presupuestos municipales.

Por un momento nos ha recordado a ese latiguillo de los viejos marxistas, si es que hay nuevos, diciendo lo de que «no se dan las condiciones objetivas para hacer la revolución». Los naranjas no son nada partidarios de las revoluciones, son más bien partidarios de los cambios tranquilos, del reformismo buenrollista, el bisagrismo, la unidad santa de España y las políticas de centro derecha pero sin robar. Ciudadanos firmó un pacto de investidura con el PP, pero el alcalde a veces piensa que es un cheque. No en blanco, como diría el tópico, más bien piensa que es un cheque que lleva escrito «por cuatro años», cuando en realidad, Ciudadanos necesita visualizar que no es una muleta o una braga de los populares. O un calzoncillo o pañuelo. Necesita que se vea que tienen líneas rojas (naranjas) que hay que cumplir por bemoles. Sí o sí o no hay presupuestos. Eso es lo que hay. No olvidemos que se acercan las municipales. De hecho, las municipales siempre se acercan. Vas al colegio electoral, votas y nada más votar ya queda menos para las próximas municipales que cuando has salido de casa. Eso es así.

El alcalde no se entera. Piensa que tiene mayoría absoluta. Aunque no gana ni en su casa. Sin ir más lejos, en la cuestión de ser o no candidato quedó empate a uno con Rosa Francia. Se impuso su voto de calidad. La ciudad se adentra en un terreno peligroso: no tener presupuestos, cuentas. Se pueden prorrogar sí, pero eso es como decir que un coche con cinco años está igual que con cuatro. Verás tú cuando te falle el embrague. La ciudad está un poco paralizada. Y con cuentas prorrogadas estará en inercia. A ralentí. No hay solución para el conflicto de los bomberos ni para Limasa, ni para Repsol, ni Gibralfaro, subraya Ciudadanos. Añadimos que ni para el Guadalmedina, el metro o el Astoria.

Los presupuestos se encallan y De la Torre manda a fajarse a Carlos Conde, que es hombre de faenas aseadas y riesgos mínimos, aunque de buena cintura frente a los envites de Juan Cassá, que a veces está tentado de darle collejas (dialécticas) o coletazos que hace no obstante bien en reservar para el alcalde. Conde dice estar sorprendido por la actitud de Ciudadanos. Nos sorprende que se sorprenda. El estado natural de un concejal ha de ser el de sorprendido de continuo, siempre alerta, en guardia, no en estado de muermo o sesteo que es como están muchos de sus compañeros. A veces entras en el Ayuntamiento y parece que vas a oír ronquidos. Los hay en todos los grupos municipales. Uno no sabe por qué no instalan mejores máquinas de café. A lo mejor es orden del regidor, que como funciona tropecientas horas al día (o eso dice él) con un Fanta o un Nesquick prefiere tenerlos a todos (y en primer lugar a los suyos) en estado de semialetargamiento para él controlarlo todo. No parece que controle lo de los presupuestos. Más vale que negocien.

Ciudadanos está borde y las analíticas le dan una subida en intención de voto que los tiene eufóricos. Ya pronto no pasará nada, que es lo que pasa siempre. Pero entre tanto, las tribulaciones delatorrianas son observadas con cierto estupor también desde la sede central de los populares, partido que vislumbra vaivenes del regidor, cierrepuertismo y una batalla correosa en el horizonte por hacer las listas electorales. A más de uno no le salen las cuentas. Como a Ciudadanos, que aunque tiene puñal en el bolsillo lo que le está sacando a De la Torre es la lengua. De la Torre se ríe, claro.