Además de la justicia de que las pensiones mantengan al menos su poder adquisitivo, a la espera de que la evolución de la economía permita mejorarlas, el despertar de este dragón dormido puede ayudar, como ya se dijo aquí, a que los problemas reales de la sociedad vayan desalojando de la opinión pública, y de la calle, los problemas irreales. Los jubilados, además, saben de qué va esa cosa llamada realidad, pues a muchos, de jóvenes, ya les tocó movilizarse para hacer real en la política lo que era real en la calle (frase retocada de Suárez al iniciar la transición). Si, de paso, fuera posible que en Catalunya despertara de una vez la clase obrera, empezando por los pensionistas, para poner en su sitio a quienes allí tienen secuestrada la política a favor de los miles de cargos y carguetes del nacionalismo, habría que tirar voladores y gritar ¡hosanna! con lo que está pasando.