Los ayuntamientos aprueban estos días partidas presupuestarias para pequeñas obras. Con grandes objetivos, claro. Las municipales. Un año, como aquel que dice, queda. Hay que ponerse las pilas. O sea, reponer bordillos, adecentar aceras, limpiar avenidas, cambiar baldosas, renovar adoquines, podar árboles podables y hasta barnizar, pintar, encalar, asfaltar y lavar la cara al municipio.

En Málaga, la cosa se llama, no será la única ni la última, «Más Barrios, Más Málaga», programa dotado con 37,5 millones de euros para acometer 150 proyectos en los once distritos de la capital a lo largo de 2018. Creará más de 600 empleos.

Alabado sea el Señor, qué alegría, qué maná, viva el Ayuntamiento. No sólo el de Málaga, Marbella va a invertir 40 millones. Está visto que a las ciudades les sienta muy bien el año previo a las elecciones. Florecen fuentes de las que brota agua clara, renacen amapolas en los parterres, las palmeras se vuelven más simpáticas, las farolas parece que en lugar de luz expelen dulce poesía. Puro almíbar que es propagado en notas y fotos de prensa, en concejales desvividos por nuestro bienestar que se sacrifican en día laborable por la mañana visitando rotondas, acariciando semáforos, inaugurando pasos de cebra, dando luz verde y hasta amarilla o ámbar a que se pinte una parada de autobuses. Autobuses que amplían recorridos y refuerzan servicios. Tenía que haber elecciones municipales cada año. Sin campaña electoral, claro. Los alcaldes se acuerdan de los barrios cuando truena.

O sea, cuando los truenos anuncian la lluvia que suponen las elecciones. En cuya vísperas los ediles van multiplicándose como panes y peces pero con menos migas y más agallas. Para pedir el voto. Todo esto son pequeños planes Zapatero en miniatura. Aquello, muy keynesiano, no funcionó. O, al menos, eso dice la macro economía, que como ustedes saben es una ciencia que sólo entienden los economistas, que a su vez, como sólo la entienden ellos, nadie mejor que ellos para errar en todos los vaticinios sobre la crisis, que es lo que hicieron y pasó. Bueno, no funcionó (los planes ZP) según a quién se le pregunte. Al nota que le proporcionó un empleito, 800 euros al mes, durante seis meses, le sirvió para salir de la pobreza, la depresión, el comer raspas y cuasi mendigar, que es como mendigar pero casi expresado más cursimente. Y mi bordillo, roto.