A esa hora cientos de pequeños grupos familiares, a veces enredados a otros, caminan rumbo a los colegios. Buen momento para observar su traza, formada por lo que se es y lo que se quiere mostrar. Hago una instantánea de uno de esos grupos, en el que parece mandar lo primero sobre lo segundo: mamá bien abrigada (ropa informal y consistente), carrito de bebé, alto y bien cerrado, que empuja con las dos manos, si bien una de ellas sujeta la correa del espigado galgo que va a un lado sin mostrar ninguna emoción aparente; a su otro lado una niñita, juguetona pero contenida, viaja sobre un patinete eléctrico, cogiendo con una mano la de un muñeco ecléctico de largos brazos y patas, que se agitan con la marcha. El conjunto avanza por la plaza, se para ante el semáforo, cruza la calle, sigue, con la cohesión interna, el ritmo, la adherencia, propios de una sintonía perfecta. ¿Amor, tal vez?