Primero huyó de Cataluña, luego abandonó Bélgica y finalmente salió de la realidad. Dentro de algún tiempo, Tele 5, TVE o inclusive Movistar, hará un docudrama o telefilme con sus peripecias.

Tal vez intrépidos actores interpreten a los agentes del CNI que dieron el chivatazo a las autoridades alemanas y que previamente le habían colocado un GPS o similar en el coche, luego de perseguirlos por esas carreteras de Dios, donde el frío y el asfalto se confunden. Roberto Álamo y Javier Gutiérrez, por ejemplo, actores de moda y probada solvencia, podrían encarnar un buen dúo perseguidor. Digo yo. De Puigdemont hará un galán español con tendencia a engordar, al que le queden bien los trajes oscuros y que haya repelido pese a rebasar la cincuentena, los ataques de la alopecia. Se me ocurre Juanjo Puigcorbé, que además es indepe, aunque yo no me resisto a imaginar a un Willy Toledo o a un Jorge Sanz metiéndose en la piel de este hombre que ocupa telediarios y desvelos judiciales y que opina que España es un estado cacique cuando es Alemania el que lo está tratando como un golpista, un reo, un peligroso secesionista. Cuando veamos esa serie, dentro de unos años, ya todo será como de cartón piedra, irreal, seguramente los que ahora cenan en Estremera o Acalá Meco estarán indultados y ejerciendo la abogacía o la menestralía en mediocres despachos o castizas abacerías.

La independencia de Cataluña será un sueño o una pesadilla. El juez Llarena, hipermayor, dará entrevistas en La Sexta, donde un anciano Ferreras hará especiales de doce horas sobre la ofensiva cibernética y comercial rusa o acerca de escaramuzas, no sólo verbales, entre USA y China. Se habrá encontrado un manuscrito de Pilar Rahola, tomado por apócrifo por algunos especialistas, en el que se confiesa su animadversión a Cataluña por no haber logrado el premio Planeta ni el Ministerio de Cultura. Pero papá, qué estás viendo, dirá el chaval, que ya será hombretón, mientras uno ve la tal serie. En lugar de aprovechar el tiempo y visionar la última película basada en la vida de Trump, muerto en 2038 en su rancho de Alaska, casi tan grande como Extremadura. El rancho, no Alaska. Allí feneció en una orgía en la que, según la rentable edición impresa del New York Times, habrían participado 32 hombres, 32 mujeres, tres caballos, un roble, varias cabras y un loro, que fue el que finalmente narró lo sucedido enmedio de fuertes espasmos que le hacían perder plumas verdes, rojas y amarillas.

El cuerpo de Trump, que llevaba en el momento de encontrarlo varios días muerto, estaba muy bien conservado dado que estuvo untado de manteca colorá. A lo mejor llaman a Puigdemont para que desde su retiro plateado comente la serie y confiese al fin que es del Real Madrid y que odia la cerveza alemana. La expresident Arrimadas declinaría comentar la serie, que finalmente sería un fiasco de audiencia. Le faltaban por ejemplo los líos de cama que tenía la que versaba sobre Serrano Suñer.