Siempre hay algo que descubrir. Pompeya es la ciudad más excavada y estudiada de la Historia y, sin embargo, todavía no se conoce todo su trazado urbano o, por ejemplo, dónde estaba el puerto.

El lunes salía Pasión de la iglesia de los Mártires. Yo estaba en Málaga, esperando ante el portón abierto. Mi hijo sentado en el suelo leyendo una revista de juguetes. Cuidado, por favor, hay un niño ahí..., le advertíamos a la gente que pasa, siempre pasa, atravesando a la que se agolpa para ver la procesión.

El teléfono suena porque tú trabajas cuando sale la imagen de Ortega Bru con la cruz a cuestas y el cireneo detrás. Te hablan de no sé de qué operativo pendiente y tú miras cómo el trono resuelve milagrosamente el ángulo recto con la calle adyacente para iniciar su itinerario oficial. No resulta fácil admirar la estampa porque hay demasiados brazos en alto sosteniendo móviles que graban o fotografían el momento. Incluso hay móviles que graban móviles delante que graban quizá otros móviles que graban, obstaculizándola, la escena. La banda toca una marcha que suena a banda sonora de Ben Hur. Resulta fácil pensar en la condena a galeras.

Alguien mira cómo en la calle paralela aparece y pasa, también pasa, el trono de Crucifixión. Y por la perpendicular suena ya el cortejo de Gitanos. Agarras al niño del suelo y lo levantas en brazos cada vez que un trono se acerca. La espalda no dice nada porque no tiene boca. Aguantas, a pulso, porque tu padre aguantaba. Y el recuerdo pasa.

En cada niño -quizá no tanto en esos a quienes sus padres llevan vestidos como monaguillos de lujo por la calle- te ves de niño. En cada adolescente -incluso en esos que llevan la cara perforada o los pantalones casi bajados o las camisas pegadas y abrochadas hasta la glotis- te ves de adolescente. En cada becario con un micrófono en la mano te ves de aprendiz de cuando empezabas en el oficio. En todos te ves menos en ti.

En la malagueña calle Tejón y Rodríguez hay un gigantesco socavón por las obras. Su profundidad es tal, que raro no sería que empezara a filtrarse el agua del puerto de Pompeya. En esa misma calle vivió y murió en el siglo XIX el poeta que le da nombre, Juan Tejón y Rodríguez de la Granada. Vivir esta Semana Santa es un sinvivir Málaga de bote en bote. Málaga destino de botes -como el Symphony of the seas, ese crucero con más de 3.600 pasajeros que atracó el martes aquí-. Málaga de tanta buena gente y no tanto junta que pasa, todo pasa; tanta que no sé si viene al cuento recordar aquí aquellos versos de Don Tejón y Rodríguez (a quien todo el mundo nombra en Semana Santa, pero pocos saben, condena de callejero, quién fue):

«En cafés, en teatros y hasta en misala enferma sociedad se agita y mienteoculta su pensar gozo aparentedisfraza sus afanes la sonrisa.En su marca de fábrica o divisaMoralidad impresa en cada frentey la soberbia márcala en su ambientey la ambición la impele a toda prisa»