Algunos diarios nacionales han puesto a trabajar a sus periodistas en un asunto crucial: explicar la relación entre Letizia y doña Sofía. Resucita el periodismo de monarquía, que desde Peñafiel estaba algo alicaído. Los más sagaces reporteros han llegado a la misma conclusión que yo, que soy menos sagaz: pues es la relación normal entre nuera y suegra. A ver señores, una suegra como Dios manda, una suegra decente, una suegra española, una suegra nuestra y querida y entrañable opina lo que ha de opinar, que su hijo hubiera merecido otra cosa, con lo guapo y listo que es. La cantidad de veces que en suelo patrio se habrá pronunciado frases de similar jaez a «vaya suerte, hijo, pudiéndote haber casado con Virtuditas, con lo majos que son sus padres y teniendo ella plaza fija en la delegación de Fomento». Y en ese plan. El matiz en este caso es que doña Sofía más que la suegra de España es la abuela o la tía, la tía Sofía, respetada y querida. Es sin duda la más admirada de la Familia Real y con la que más empatizan los españoles. Telita lo que ha aguantado esa mujer, suelen decir los parroquianos en el café. En los cafés siempre ha estado el alma de España, el cotilleo, los mentideros, los nombramientos, las conspiraciones y hasta los golpes de Estado. También la verdad. Mucha verdad. La misma verdad que muestra el vídeo, una Letizia haciendo un gesto ostensiblemente agrio y antipático. La cosa es si se puede ser agrio todo el tiempo o es una acritud momentánea. En el vídeo falsete ese donde almorzaban sopicaldo infame sí parecía más simpática. Y ojo, yo no sé por qué el sindicato de fotógrafos no ha protestado, hombre ya, que no los dejaban hacer su trabajo. El vídeo de la no foto está fabricando republicanos. No falta quien opina que a Letizia no le perdonan que no perdone las urdangarinadas y advirtiera sobre ellas. Lo que no sabemos es si entre los borbones pasa lo mismo que en las familias convencionales, que yerno y suegra o suegra y nuera o cuñados y cuñados, etc. pueden tirarse de los pelos a cuenta de cualquier cosa y después irse todos juntos a comer la paella. Ya luego la pelea por ver quién paga y la subsiguiente rajada uno de los otros en el coche (cuando ya se han separado) es otro cantar. Pero no un cantar de la, la, la, un cantar histórico desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer. A Letizia la están llamando borde. Al menos, fotogénica, en este caso, no pueden llamarla. Ha demostrado que sabe darnos la espalda.