Hay lecturas potencialmente propicias para el tedio de una tarde de domingo que pueden sin embargo sobresaltar al lector que ande con la guardia baja. Por ejemplo: El gran mar, del británico David Abulafia, que lleva por subtítulo «una historia humana del Mediterráneo». El malaguita buscará alusiones a su ciudad entre los innumerables puertos citados en ese libro para descubrirlas en la siguiente frase: «los fenicios tenían varias bases en el sur de España (€) en Málaga y otros puntos ahora sepultados bajo el hormigón de la Costa del Sol». ¡Ay! Las verdades ofenden. Ante esto cobra especial valor la afirmación de la arqueóloga María Eugenia Aubet, una de las mayores autoridades en el mundo fenicio-púnico, que este martes subrayaba en una conferencia la importancia del yacimiento del Cerro del Villar (cuyas excavaciones dirigió durante una década) al decir que «es el único asentamiento fenicio arcaico intacto de todo occidente». Todo un milagro con los antecedentes que menciona Abulafia.

Aubet desgranó de forma amena y concisa los avatares de dicha colonia junto a la desembocadura del Guadalhorce, hasta su eventual abandono debido a la degradación que las depredaciones de sus habitantes produjeron sobre su medio natural, haciendo inviable la continuidad de la población. Parece que la política de tierra calcinada que aplican los alcaldes costasoleños de nuestra era tiene raíces profundas. Ahora -a falta de otro suelo virgen- el asedio llega a los muelles portuarios y a las dunas de Arraijanal.

También desveló Aubet el enigma de Cerro del Villar: la ausencia de templos, hecho sin parangón en otras áreas y para el cual no encuentra una explicación satisfactoria. ¿Quizá no había nada sagrado para nuestros antecesores? Parece que hemos heredado ese rasgo.