Eficaz, trabajadora, resolutiva y nada amiga de hacer rehenes. Cuando tiene una idea la ejecuta, sin más. Luego pregunta. Rápida de gatillo, alejada de las cuitas y vericuetos de su partido, el PP, Teresa Porras es el claro ejemplo de una política de a pie de calle y donde el fin casi justifica los medios. De formas poco ortodoxas, lenguaje directo y entendible por todos, es la concejala que mejor se desenvuelve con los colectivos, con los vecinos, una edil más de calle que de despacho. Lleva casi toda una vida en el Ayuntamiento de Málaga desde que Celia Villalobos se fijará en 1999 en una pelona presidenta de una asociación de vecinos y la incorporara en su candidatura. Desde entonces casi nadie se atreve a tocarla y todos los intentos para excluirla de las listas electorales (internos y externos) han fracasado pese a la larga lista de damnificados y enemigos que ha ido sumando en estos casi veinte años de gestión municipal.

Pero algo debe tener tener Teresa Porras para seguir en la primera línea de la política municipal y ganar cada día más protagonismo. No es fácil llevar casi dos décadas gestionado la cosa pública y salir indemne de tantas y tantas batallas libradas contra la oposición o contra este mismo periódico por unas informaciones en las que se cuestionaba la ética en las contrataciones de obras menores, caso que fue denunciado por el PSOE y luego archivado por un juez.

Esta concejala muy eficaz en la gestión, como reconocen la mayoría de sus compañeros de gobierno, también ha protagonizado los asuntos más rocambolescos en el Ayuntamiento de Málaga. Como cuando entró en un pleno acompañada de mujeres disfrazadas de plañideras en una especie de simulacro de entierro y con abanicos con mensajes en los que se acusaba al PSOE de «inquisidor» o cuando en una entrevista en el Málaga Hoy sobre el declive y el botellón de la Feria de Málaga no dudo en contestar: «Civismo, que el año pasado las niñas iban con las bragas en la mano para que se le secaran, ¿eso lo ves normal? O el tío que va a la feria descamisao, una cosa es que vayas cómodo y otra cosa que vayas hecho un puerco. Civismo, repito». O cuando desapareció el logo de la Diputación (gobernada por el PSOE) de los delantales de la berza carnavalesca en 2009.

Pero lo que nadie cuestiona es que su valía para el alcalde parece incuestionable, no sólo por el predicamento entre los colectivos, sino también por la labor de ariete que asume sin pestañear. Francisco de la Torre tiene en Teresa Porras su particular «arma de destrucción masiva» y uno de los activos electorales que más suma pese a ser una política muy peculiar. Se diría que es más vecina que política, pues es en ese mundo, en la calle, en los barrios, donde la concejala practica su política a pie de asfalto que otros compañeros, quizás más engolados, no entienden o le dan pereza ejercer. A Porras no. Disfruta. Es su hábitat, su modo de vida y doy fe que en Cruz de Humilladero no se mueve nada ni nadie sin que la jefa de su visto bueno. Cierto.

Hace años mantuve un encuentro con unos vecinos de la zona para conocer los problemas del barrio y preparar una serie de reportaje como previa de las elecciones municipales. Tras tomar café, los vecinos me pasearon por la zona y me enseñaron algunos problemas que tenía el barrio. Nos hicimos una fotografía en un semáforo que estaba sujeto con una cuerda desde hacía meses y a punto de caerse sobre unas líneas de electricidad. Casualidad o no, uno de estos vecinos me llamó al periódico al día siguiente y, alucinado, me explicó que el semáforo ya estaba arreglado. Le pregunté cómo y su contestación fue demasiado gráfica: «Estamos en territorio de Teresa. Todo lo ve, todo lo escucha». Glub (pensé), al garete el reportaje.

Pues esa eficacia, ese mando directo y su lealtad inquebrantable han motivado que De la Torre opte por Teresa Porras para gestionar el principal problema de la ciudad como es la conflictividad de Limasa y la cierta sensación de que Málaga está sucia. El alcalde ha sorprendido a todos en su última remodelación y, tras pasarle factura al coherente concejal Raúl Jiménez por su rechazo público a la idea de municipalizar Limasa, entrega a su fiel escudera la misión de limpiar de problemas el asunto Limasa, léase, conflictividad laboral y defender la división de la futura Limasa en dos partes, en la que la limpieza viaria será privada y la recogida de residuos será gestionada desde el Ayuntamiento. Esta propuesta anunciada en diciembre de 2017 le permitió al alcalde de Málaga sortear la crisis interna en su equipo de gobierno, donde buena parte de los pesos pesados se rebelaron en una tensa reunión contra su preferencia por municipalizar el servicio, pero a la vez avivó de nuevo los tambores de guerra del comité de empresa que anunciaron la enésima amenaza de un conflicto laboral en la empresa de limpieza, toda vez que los trabajadores consideran que separar los servicios es la peor decisión de todas.

Por eso, De la Torre sabe, por que llevan el mismo tiempo sentados en el sillón municipal, que Porras no le fallará, que ejecutará sin que le tiemble el pulso las consignas que salgan de alcaldía y que se dejará la piel por cumplir con la misión asignada. Me recuerda al Señor Lobo de Pulp fiction. Esta es la valía de la concejala, su fuerte, y nada se lo impedirá. De la Torre se agarra a su «arma de destrucción masiva» para acabar un mandato sin más sobresaltos. Sabe que Porras lo hará por él.