'In memorian. Pepe Díaz', por José Emilio Muñoz Mateos

El pasado mes de marzo, falleció en Colmenar mi amigo de toda la vida, José Manuel Díaz Molina, Pepe Díaz. Era un buen amigo, un antiguo y entrañable amigo. Lo conocía desde que era niño, y lo traté toda la vida, la mayor parte de ella en nuestro pueblo y otra parte en Granada donde convivimos durante cinco magníficos y largos años. Tras la muerte de su señora madre, Pepita la de la Botica, allá por el año 1976 contrajo matrimonio con Alicia, fruto del cual nacieron cuatro hijas: Candela, Rocío, Fátima y Lucía, quienes le han hecho abuelo reiteradamente. Pepe Díaz siempre hizo lo que le dio la real gana. Vivió a su antojo y murió sin darse cuenta. ¿Hay quién dé más? Era una persona especial y única, imagínense que carecía de N.I.F., su nombre no figuraba en los ordenadores de Hacienda. Era cariñoso, buen amigo y generoso, este último adjetivo lo llevó a tal extremo de quedarse sin nada. Pepe no tenía absolutamente nada material, su propiedad más preciada era su persona, o mejor dicho, su personalidad. Era una rara avis cuyo igual no he llegado a conocer. Era devoto de la Virgen de la Candelaria, patrona de Colmenar, y no sé si era agnóstico pero andaría muy cerca. Estas cosas son tan personales e íntimas que no me atrevo a diagnosticarlas, ahora de lo que sí estoy seguro es de que era un ferviente devoto de su Virgen, la Candelaria, a quien llevaba en su inmenso corazón. No tengo espacio en esta necrológica para tan siquiera sintetizar la personalidad de Pepe Díaz y no encuentro palabras para definirla. Sé que era una persona tan grande como particular. En su vida hizo cosas incontables pero nos enseñó, porque predicó con el ejemplo, algo muy difícil de conseguir en esta vida, cual es vivirla a su real antojo haciendo siempre lo que le daba la real gana. Un abrazo y descansa en paz entrañable amigo.