Los himnos se entonan en grupo. Dado que con ellos se trata de proclamar de forma más o menos desafinada la pertenencia del cantor a una tribu -ya sea deportiva, religiosa o nacional- lo lógico es que sean cantados en compañía de otros integrantes del mismo club, espectáculo que suele dejar indiferentes a quienes lo presencian desde fuera, por muy emocionante que sea para quienes lo interpretan.

Por fortuna, en estos tiempos extraños que corren aún nos queda algún himno que exalta valores universales; en el Gaudeamus igitur se reconocen los miembros de la comunidad universitaria de todo el mundo. Si hay que enarbolar alguna bandera, que sea la de la verdad y el conocimiento. Claro que algunos sentimos últimamente cierta carraspera al llegar a las estrofas que dicen: Vivat et res publica / et qui illam regit.

«Viva el Estado y quienes lo dirigen», es lo que sigue a continuación a «que crezca la única verdad» y «que florezca la fraternidad». Ah, vivat Academia. Qué ingenuos esos universitarios alemanes del siglo XVIII, qué cositas recitaban en sus tabernas; quién les iba a decir que aquella cancioncilla nos iba a llegar hasta hoy para amenizar las ocasiones solemnes.

Por cierto, esos «quienes lo dirigen» andan atareadísimos últimamente aligerando los CV que tienen colgados en las redes, deshaciéndose de las medias verdades o mentiras gordísimas con que los adornaban: licenciaturas, idiomas, doctorados; todo el lastre por la borda antes de ser descubiertos. A alguno le va a quedar un CV insoportablemente leve. Dicen que en Linkedin no dan crédito al increíble fenómeno observado en los perfiles de políticos españoles. Crescat una veritas.