Desde el primer momento que entré en este vestuario sentí que algo precioso estaba por llegar. Es mas, diría que incluso desde la primera llamada. Siempre he dicho que uno de los principales motivos que me convencieron para volver a hacer las maletas y venirme al Málaga CF fue la pasión con la que me presentaron el proyecto.

Recuerdo perfectamente ese día. Salía del gimnasio y me dirigía a casa. Durante esos meses posteriores a mi vuelta a los terrenos de juego tras la lesión que me tuvo apartada de ellos casi un año, recibí varias propuestas de equipos que querían contar conmigo, pero siempre respondía que mi intención era la de seguir en el Levante, y viceversa. No obstante, dicha conversación telefónica con uno de los responsables del club malagueño hizo que me ilusionara con un reto que iba a convertirse en un desafío apasionante.

Soy de las que piensa que ¿qué sería de la vida sin desafíos? Acomodarse no va conmigo, me gusta aprender cada día y luchar por seguir coleccionando momentos que guardar en el álbum de recuerdos. Sin ser muy consciente, llegó agosto y aterricé en un vestuario desconocido, con la incertidumbre de ver qué depararía el futuro. Pero que el hecho de que el entrenador sea Antonio Contreras se une a que las compañeras forman uno de los mejores vestuarios que me he encontrado nunca: el éxito está asegurado.

El camino no iba a ser fácil pero la vida está hecha para aquellos que creen. Nos fijamos una meta y no dejamos de soñar con conseguirla. El primer objetivo, ganar la Liga, lo acabamos de cumplir. Todo un año de trabajo que se iban a decidir en 90 minutos y delante de nuestra afición.

La actitud era la clave para convertirnos en campeonas, dejarnos de heroicidades y dedicarnos a hacer lo mismo de siempre; trabajar más que cualquiera. Mezcla de juventud y veteranía, de inocencia y experiencia, eran la fórmula perfecta para que nuestra mentalidad estuviera orientada a alcanzar el éxito más que a evitar el fracaso.

El arbitró pitó el final, nos juntamos todas y todos para fundirnos en un abrazo a la vez que saltábamos, cantábamos y derrochábamos alguna que otra lágrima que otra, siempre de felicidad.

Ahora queda lo más importante, continuar y devolver al club a la máxima categoría. Nos esperan unos play offs duros, pero si confío en algo, es en que nos lo dejaremos todo en el campo por conseguir lo que nos merecemos.