Llevamos unos días revolucionados. El anunciado descenso, que muy seguramente tenga hoy su rúbrica en Valencia contra el Levante (o este domingo contra la Real Sociedad en La Rosaleda), nos tiene muertos. Los malaguistas estamos hundidos. Esta anunciada muerte nos hace que, asumido el descenso, estemos centrados en regodearnos en otros dolores. Nos quedan unas semanas de ridículo en Primera, unos días de malaguistas enfrentados y de gente enfadada. Nos quedan días de ajustes y reajustes para redefinir la estructura del club. No es lo mismo ser el último de los veinte de Primera que ser uno más de los de Segunda. Vende mucho menos...

Hay algo que me turba en demasía en las últimas jornadas. Hace poco ha vuelto a ponerse en boca eso de que el Jeque debería dar un paso atrás y dejar el club en manos de los empresarios malagueños. ¿Qué empresarios? ¿Volver a dejar solos a los pocos valientes que recogieron a este club en la miseria de principios de los 90? No creo que haya nadie tan loco en la ciudad para tomar las riendas de un club así. Y si lo hay, bienvenido. Ahora, claro, está la lotería del empresario local: ¿cuántas posibilidades hay de que nos toque un Mouriño, como en Vigo? ¿Cuántas de que nos toque un Agapito, como en Zaragoza? No lo niego: tengo miedo. ¿Qué será del Málaga? Los 20.000 socios parecemos ser una minoría en esta ciudad sin cultura de pertenencia a sus clubes. Que cada cual sea del equipo que quiera, claro, pero a uno se le salta la lagrimita al ver como equipos de similar categoría cuentan con una masa social de 50.000 abonados en una ciudad cercana y con poca más población en donde además comparte con otro equipo de primera fila. Sufrir, eso es lo que nos toca. Los sufridores no son los del Atleti, no, los sufridores somos los malaguistas, los béticos, los del Oviedo, los que somos felices con poco. Que sea lo que Don Balón quiera. Al fin y al cabo es sólo un club de fútbol.