En estos días en los que se discuten los méritos fascistas del Almirante Cervera, no debería pasar desapercibido otro héroe, que se ha asomado de puntillas por la actualidad y cuya humildad no puede ocultar lo brillante de su hazaña.

Les pongo en situación: el Secretario de Estado de Seguridad Social, Don Tomas Burgos Gallego, tras pasar un trapito con Volvone por su currículum para quitar trazas de másteres y estudios que Dios sabe quién había dejado por allí, lo ha dejado resplandeciente en un único mérito digno de ser reseñado: ser soltero. Y frente a quienes le reprochan tan pobre aliño formacional, desde aquí defendemos con pasión lo que ese currículum trasciende. En un país en el que durante años o estabas impartiendo un máster o te lo estaban dando (en todas sus acepciones), haberse mantenido en la sagrada tierra de la ignorancia es un ejemplo de fuerza de voluntad; aferrado a la Universidad de la Vida ( alma mater de tantos) ha dejado que el conocimiento lo atravesara como el rayo de sol atraviesa un cristal: sin romperlo ni mancharlo. Siempre ojo avizor pues hay cafés con tertulia en los que, a su finalización, entregan un diploma de asistencia, Tomás ha sabido hacer bueno el Canto de San Juan de la Cruz, en la parte de quedeme no sabiendo.

Pero ¿acaso la soltería no es un mérito? Ahora que las habilidades más demandadas son las extraacadémicas, consolidar ese estado civil inmaculado demuestra perseverancia y tesón, aptitudes de liderazgo para dirigir un equipo formado por uno mismo, ejemplo para quienes pueblan los Juzgados de Familia discutiendo sobre la Primera Comunión de sus vástagos.

No ceda, Don Tomás. ¡Aguante! ¡Que no le chafen el expediente con un desliz incluso académico! ¡Recuerde el verso de Jose Hierro y que no sea después de tanto todo para nada!