La decisión de Estados Unidos, Francia y Reino Unido de responder con bombardeos selectivos ante alegaciones de un nuevo uso de armas químicas por parte del régimen de Damasco tiene aspectos éticos, estéticos y legales que conviene analizar.

El horror ante las terribles consecuencias del uso masivo de armas químicas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial se materializó en la Convención de Ginebra de 1925, todavía en época de la Sociedad de Naciones, para prohibir tajantemente estas armas.

Desgraciadamente cien años más tarde aún hay quiénes no parecen haberse enterado pues las usó Saddam Hussein durante guerra con el Irán de los ayatolás y ahora las ha utilizado Bachar al Assad para acabar con los focos de resistencia que se oponen a su reconquista de Siria. Tras el ultimátum de Obama en 2014, Rusia acordó con Damasco llevarse para destruir las que aún quedaban en el país pero aparentemente el trabajo debió ser algo chapucero porque no solo sigue habiendo armas químicas en Siria sino que además se usan, lo que es un crimen particularmente bárbaro. Y un inmenso error porque crea enemigos poderosos e innecesarios cuando ya se anda sobrado de ellos y además concita reacciones internacionales de castigo como la de estos días pasados.

Desde un punto de vista ético existen todas las razones del mundo para oponerse al uso de armas químicas y para castigar a los que aún las usan porque son particularmente dañinas, porque no distinguen entre combatientes y civiles, hombres y mujeres, o niños y adultos y porque provocan la muerte entre horribles sufrimientos y pueden dejar secuelas de por vida. Los rusos y los sirios dicen que se trata de un montaje ahora que van ganando la guerra pero al parecer han sido lanzadas desde helicópteros que solo posee el régimen de Damasco y que las imágenes de televisión mostrando niños muy pequeños aparentemente muertos y con restos de espuma en la boca son sobrecogedoras.

Desde un punto de vista estético, la reacción internacional quería visualizar de forma clara ante el mundo el rechazo al uso de estas armas y hacerlo de manera espectacular pero sin agravar aún más la situación y sin provocar una escalada que nadie desea pero que cualquier error puede iniciar. Ha sido un gesto dirigido sobre todo a la opinión pública mundial. Por eso al margen de la retórica de Donald Trump que con cierta frivolidad se refirió a misiles nice (bonitos) como si pudieran serlo los portadores de muerte y destrucción, los rusos fueron prevenidos de antemano (y a su vez debieron avisar a los sirios e iraníes) y así se han evitado muertes. Es decir se ha dado un escarmiento al régimen de Damasco con humillación pública pues al parecer los sirios a pesar de sus fanfarronadas no han podido derribar ninguno de los 103 misiles que aterrizaron en su suelo, algo que hace aún más deseable para ellos lo que Moscú también desea: comprar el sistema de defensa anti-misiles SS-300 que Rusia está vendiendo por todo Oriente Medio, desde Turquía (país OTAN) hasta Egipto (que recibe cooperación militar norteamericana por valor de 1300 millones de dólares anuales). Dos bofetadas a los EEUU.

Desde un punto de vista legal, la operación ofrece más sombras pues muestra resabios de un cierto colonialismo (en los casos de Francia y Reino Unido) y de vengador solitario en el caso norteamericano. Rusia y China ya la han condenado pues no se decidió con el aval del Consejo de Seguridad que es el detentador último del uso de la fuerza de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas y es por tanto contraria al derecho internacional, sin que sea relevante el posterior respaldo de la OTAN que no tiene capacidad para tomar este tipo de decisiones. Se puede argüir que si se quería dar un escarmiento a Siria no había otra solución que actuar por las bravas porque el Consejo estaba bloqueado por el previsible veto ruso. Pero eso no la legaliza. Otra crítica deriva del hecho de no haber esperado a que una investigación independiente rindiera un informe definitivo de lo realmente ocurrido. Y finalmente cabe decir que tanto a Trump como a May y a Macron les venía muy bien sacar pecho y distraer a sus respectivas opiniones públicas de los sinsabores de la política doméstica donde los tres tienen graves frentes abiertos: investigaciones diversas en el caso del norteamericano, huelgas sin fin para otro y las consecuencias del Brexit para ella. Y Rusia, que tanto protesta, no es inocente y debería sonrojarse por permitir que su aliado le escondiera en su día armas químicas y encima se permita usarlas delante de sus narices.

La triste realidad es que este bombardeo no va a tener efectos prácticos sobre la marcha de la guerra, donde los sirios seguirán enfrentados a los opositores del régimen, los turcos con los kurdos, los americanos con iraníes y rusos, y los israelíes con Hizbollah e Irán etc. El mensaje que envían a Assad estos misiles es que no use más armas químicas pero que puede seguir matando de otras formas a sus conciudadanos. La guerra seguirá.

Lo realmente útil para ayudar a los sirios a salir de la pesadilla en la que viven desde hace siete años sería poner de acuerdo a EEUU, Rusia, Turquía e Irán para forzar una solución negociada del conflicto. Pero para eso ni hay acuerdo ni hay ideas. Lanzar misiles es mucho más fácil.

*Jorge Dezcállar es diplomático