El domingo, el Carpena vivirá el último partido en Málaga de uno de los grandes jugadores del baloncesto español. A la sombra de la mejor generación de jugadores que ha visto nacer este país, Álex Mumbrú ha desarrollado una carrera fantástica. 21 años compitiendo en la ACB entre el Joventut, el Real Madrid y el Bilbao. La calidad baloncestística de Álex está fuera de toda duda pero su figura ha tomado otra dimensión al sumarse su aportación al «otro baloncesto». Álex ha sido junto a Carlos Jiménez y Berni Rodríguez el gran pegamento de esta selección. Esos jugadores que a la sombra de los grandes números de sus compañeros se dedican a sumar intangibles en la cancha y a unir el grupo fuera de la pista, eso sin renunciar a sus aportaciones en puntos y rebotes cuando son necesarias.

Mumbrú, aunque después volvió para el Europeo de Eslovenia en 2013, se retiró de la selección al finalizar el Mundial de Turquía en 2010 junto a Jorge Garbajosa y Raúl López. Ese día todos destacaban su labor en el otro baloncesto. Sergio Scariolo decía que se iba «una piedra angular de la selección dentro y fuera de la pista». Marc Gasol apostillaba: «La gente piensa que el baloncesto son sólo números y meterlas por el aro, pero ellos además de hacer eso hacían otras cosas irremplazables». Calderón iba más allá: «La selección pierde sobre todo a nivel de vestuarios. Han enseñado muchas cosas a los más jóvenes».

Veterano en una selección donde sus compañeros eran sólo uno o dos años más jóvenes que él, porque Álex ha sabido adaptarse a todo. A ser un jugador importante en la «Penya», a pasarlo mal en su primera etapa en el Real Madrid para volver a Badalona, a tener dos años muy buenos en el Real Madrid a las órdenes de Joan Plaza y a ser el líder y referente de un equipo y de una ciudad con «Los hombres de negro de Bilbao». Una aventura donde llegó para liderar un proyecto muy ambicioso y al que se ha mantenido fiel en los malos momentos a pesar de los impagos y los reveses deportivos.

Álex siempre ha sabido esperar su momento y ha respondido cuando le han dado la oportunidad. Nunca ha juzgado sus actuaciones por los minutos que ha jugado sino por la aportación que ha hecho al grupo y esa es su grandeza. Recuerdo una conversación con él, en una concentración de la selección cuando estaba jugando pocos minutos, que me decía: «Estoy bien, cuando el torneo avance tendré más minutos y estaré preparado para hacerlo bien y ayudar». Ese es el espíritu.

Debutó en la Liga el 6 de septiembre de 1997 frente al Valvi Girona y se despedirá el próximo 24 de mayo en Burgos ante el San Pablo, 21 años después. Un partido que puede ser dramático para ambos equipos y que puede acabar con uno de ellos o los dos en la liga LEB. La carrera de Álex no se merece terminar con un descenso pero el baloncesto no entiende de sentimientos y sí de realidades, más en concreto de canastas.

En mayo se desvelará ese enigma pero lo que sí es seguro es que este domingo el Carpena despide a uno de los grandes de nuestro deporte y, creo que debe hacerlo como se merece. Suerte... para los verdes y un aplauso para Álex.