Nuestra ciudad está que se sale, el tiempo acompaña y más aún ahora que se aproxima el verano. Para colmo de males tenemos oferta cultural, gastronómica y de ocio. Debe ser una desgracia que Málaga sea una ciudad de moda en España y Europa y, como consecuencia de tales despropósitos vengan turistas a gastar. A contribuir que nuestra provincia lidere el crecimiento del PIB andaluz y tengamos la menor tasa de desempleo de Andalucía, que no olvidemos es ocho puntos por encima de la media nacional. En definitiva, tenemos la mala suerte de ser el motor económico de Andalucía.

Empeñarse en decir que nuestra ciudad está fatal no es creíble, pero estamos en precampaña y algo hay que decir, sobre todo cuando no se tienen ideas que proponer que, a buen seguro serian de agradecer porque siempre todo es mejorable.

Ideas, propuestas e incluso copiar algún modelo que ya funcione en otro sitio y que contribuyan al crecimiento y mejora de nuestra ciudad debe ser el objetivo de quienes, hoy en la oposición o en el limbo, aspiren a gobernarla, pero copiar la ocurrencia del Ayuntamiento de Palma de Mallorca atacar las viviendas turísticas es un error. Salvo que el modelo a seguir sea el de un alcalde independentista que manifiesta abiertamente que esta «hasta los putos cojones de España», pero gobierna un ayuntamiento español apoyado por socialistas y podemitas, la izquierda.

Esa izquierda malagueña que junto con Ciudadanos también quiere limitar o prohibir, no se aclaran, las viviendas turísticas. Efectivamente también podríamos copiar el modelo mallorquín, declararle la guerra al turista, renunciar a los ingresos que genera a nuestra ciudad, cerrar museos y así entonces podrían hacer digna oposición manteniendo el discurso de que Málaga está fatal.

Quizás obvian un pequeño detalle, si damos la espalda al turismo damos la espalda al empleo, riqueza y crecimiento. No hay fórmulas mágicas y si las tienen que las digan, que expliquen cómo se mantendrá el empleo, no sólo el que se genera directamente sino el indirecto, si boicoteamos nuestra mayor industria, o cómo mantendremos el ritmo de crecimiento del PIB de nuestra ciudad si dejan de venir los de fuera.

El problema de las viviendas turísticas no es que existan, es más deben existir, pero censadas, con control de la administración competente, asegurando su correcta tributación fiscal y de cotizaciones a la seguridad social de las empresas que las gestionan o, si es autogestión que se considere autoempleo. En definitiva, regular eficazmente, no prohibir, esa es la diferencia entre proponer ideas y parir ocurrencias.