Si yo fuera Kim Jong-un no me fiaría un pelo de los pactos que me ofrezca Donald Trump. Su decisión de denunciar unilateralmente el acuerdo nuclear que en 2015 firmaron con Irán los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, más Alemania y la UE, ha sido mal acogida por todos los demás signatarios y solo aplaudida por Israel y Arabia Saudita, acérrimos enemigos del régimen de Teherán. Donald Trump abandona el acuerdo por tres motivos: porque las llamadas sunset clauses no impiden que Teherán reanude sus proyectos nucleares pasados diez años; porque no incluye el desarrollo por Irán de misiles balísticos (el más moderno alcanzaría a Italia); y porque al permitirle volver a exportar petróleo le ha dado a Irán dinero para hacer una política exterior agresiva en Siria, Irak y Yemen, confirmándolo como potencia regional. Hay otra razón menos confesable y es que el arquitecto del pacto nuclear fue Barack Obama y Trump quiere acabar con todo lo que huela a Obama y este es su principal legado en política exterior.

Las preocupaciones de Trump son legítimas pero tienen peros. El primero es que Irán cumple el acuerdo, según reconoce la agencia onusiana para la energía atómica (AIEA) que afirma haber dispuesto en Irán del más exhaustivo sistema de controles posible. El segundo es que pacta sunt servanda, los acuerdos hay que respetarlos. El tercero es que denunciar este cuando se quiere negociar la desnuclearización de Corea del Norte no ayuda a crear un clima de confianza. El cuarto es que el acuerdo con Irán contribuye a hacer Oriente Medio más seguro y abandonarlo solo puede animar a Irán a volver a tratar de obtener armas nucleares. El quinto inconveniente es que divide a la comunidad internacional y distancia a los europeos de los norteamericanos, pudiendo llegar a provocar represalias si Washington pretende imponernos restricciones comerciales o de otro tipo a nuestra relación con Irán, cosa que mucho me temo que fatalmente acabará ocurriendo. Finalmente, porque si bien los europeos compartimos las preocupaciones de Washington sobre qué pasara en 2030 cuando acaben las restricciones que impone el acuerdo a la nuclearización de Irán, igual que nos preocupa el desarrollo de misiles cada vez de mayor alcance y también algo que Trump no menciona como es lo mal que están los derechos humanos en Irán, un país que tiene el récord mundial de ejecuciones per cápita, sin embargo pensamos que esas preocupaciones del señor Trump deber?an ser objeto de negociaciones separadas y de otro acuerdo diferente, pero sin poner en riesgo el actual. Macron ha ido a Washington para pedirle a Trump que no abandone este acuerdo y de paso también para rogarle que regrese al acuerdo de París sobre el clima porque no tenemos «un planeta B» en el que refugiarnos si destruimos nuestros delicados equilibrios ecológicos. Y lo mismo ha hecho Merkel. Ambos han regresado con las manos vacías.

Ahora se abre un período de inseguridad e incertidumbre por la complicación legal de restablecer un régimen que se tardó años en diseñar. Trump quiere reimponer las sanciones a partir de noviembre (aunque la prohibición de nuevos contratos empieza ya) y da plazos de 90 y 180 días para poner fin a los contratos en vigor. Sería aceptable si se limitara a las empresas norteamericanas pero no es el caso pues Washington quiere convertirse en el gendarme comercial del planeta y penalizar a cualquier compañía de cualquier país que haga tratos con Irán, además de prohibir las transacciones en dólares y los contactos con bancos iraníes, lo de hecho impedirá fletes, seguros y contratos petrolíferos. Y no será fácil convencer a otros gobiernos para aceptar estas sanciones cuando la ONU no para de decir (hasta nueve veces) que Irán cumple los compromisos contraídos cuando firmó el acuerdo nuclear. En particular no será fácil que India, China, Japón y varios países europeos renuncien a comprar crudo iraní o que Rusia abandone sus previstas inversiones multimillonarias en el sector energético iraní. Desde 2015 las importaciones europeas de Irán han aumentado un 800% (sobre todo por petróleo) mientras nuestras exportaciones suben a un ritmo de 5.000 millones de euros anuales. Nadie tiene ganas de interrumpir estos flujos sin muy buenas razones y no, desde luego, mientras que las propias Naciones Unidas no apliquen ellas mismas el mecanism o de snapback (reimposición automática de las sanciones) que prevé la resolución 2231 del Consejo de Seguridad. Habrá problemas.

En mi opinión Trump ha cometido un error (otro) porque permitirá a Irán reanudar un programa nuclear que había abandonado o suspendido (elijan ustedes); abrirá paso a una carrera de armamentos en la región; aumenta las posibilidades de otra guerra en Oriente Medio (ya ha habido un duro enfrentamiento entre Israel e Irán sobre suelo sirio esta misma semana que no augura nada bueno); envía a Corea el mensaje de que EEUU no respeta los compromisos adquiridos; refuerza al sector más radical en Irán; y divide a la comunidad internacional. Al final Washington podrá encontrarse con la disyuntiva de tener que aceptar un Irán nuclearizado o con recurrir a la guerra para evitarlo. Lo que se dice hacer un pan con unas tortas.

España no es firmante del acuerdo nuclear pero es positivo que el presidente Rajoy haya deplorado la decisión de Trump y se haya manifestado a favor del mantenimiento del acuerdo nuclear entre Irán y los demás firmantes. A ver si mientras el señor Trump reflexiona ... o le echan. Más que America First, se diría que el leitmotiv del actual inquilino de la Casa Blanca es America alone. Y lo está consiguiendo.

*Jorge Dezcállar es diplomático