Uno no es de donde nace, sino de donde pace. Y puesto que de pacer hablamos, no puedo dejar de recordar a mi compadre Samuel Medina, indiscutible creador del concepto gordo mental. Según este malagueño de pro, se incluirían dentro de dicha categoría, independientemente de lo que indique la báscula, todos los sujetos que hacen de la comida motivo de regocijo, centro de convocatoria y, sobre todo, recuerdo. Servidor, no les quepa duda, al igual que mi compadre, se encuadra dentro de este término. Por eso, cuando me rememoran, por ejemplo, mi primera andadura por las rutas del Camino de Santiago, no puedo evitar mentar o referir el pulpo que tomamos en Sarria, o los percebes que cayeron cuando aterrizamos en la ciudad de la vieira. Y así, sumido en múltiples añoranzas culinarias, más que los trayectos, más que los parajes, más que los enclaves, uno no deja de evocar, por ejemplo y entre otras muchas viandas, los anticuchos del Tío Mario, del viaje a Lima, el chuletón de las dehesas charras que me plantaron en el restaurante Isidro, en Salamanca, o los recientemente degustados camarones de Tacoronte. Pero Málaga no se queda atrás en lo que a buena cocina se refiere. Si alguna vez tuviera que exiliarme de esta bendita tierra, Dios no lo quiera, no podría dejar de rememorar con alabanzas la buena gastronomía de su hostelería tradicional y moderna. Pero si me obligan a elegir, si por fuerza tuviera que quedarme con alguna de sus mesas, sin pensármelo dos veces, pondría mi mano en el fuego por el Restaurante Asako, mi apuesta segura, mi templo del paladar, mi retiro culinario, mi segunda casa. Desde que tuve a bien traspasar sus puertas por vez primera, no he dejado de recomendarlo a lugareños y forasteros, siempre con un excelente resultado. Y nunca falla. Nunca. El Asako se configura como una carta de calidad y de consenso, como un espacio sencillo y a la par sofisticado, como una apuesta segura. En cualquier caso, antes de seguir, para aquellos que pudieran poner en duda la pasión con la que este columnista referencia el establecimiento, hablemos mejor de lo que dice el boca a boca oficial de la gente de a pie y que, hoy por hoy, no es otra cosa que el consabido Tripadvisor. Sepan pues, así de antemano, antes de que me explaye, que la citada plataforma de crítica online le ha concedido su certificado de excelencia en 2016 y 2017, lo cual no es moco de pavo. Tengan en cuenta que uno, desde la soledad y el parapeto del anonimato que concede internet, puede opinar y criticar con absoluta libertad y sin necesidad de regalarle el oído a nadie. Yo descubrí el Asako por casualidad, en la esquina de Carretería con Álamos. El local es discreto y, desde fuera, no llama demasiado la atención. Tengan cuidado o pasarán de largo. Ahora sí, una vez dentro, siéntanse como en casa. Ni que decir tiene que a la altura de la carta está el servicio y la profesionalidad de sus trabajadores. Todos ellos son quienes dan valía a la empresa y personalizan con exquisita naturalidad y buen gusto el trato con cada mesa. Los días que me he topado con un lleno hasta la bandera, me han sabido atender con la misma buena cara y elegancia de siempre, invitándome a tomar una cerveza en la barra mientras esperaba mi turno. No los verán sudar ni correr cuando aquello está a rebosar. Son perfectamente capaces de controlar los tiempos para que el servicio, el trato y la calidad de los platos siga estando más que a la altura, lo cual es, sin duda, de valorar. Hay otros locales de calidad que, cuando la clientela comienza a desbordar, no son capaces de mantener el nivel del servicio que ofrecen. No es el caso del Asako. De la carta sólo les comentaré que no he probado plato malo. Cada vez que me ponen uno por delante, de la emoción, se me caen unos lagrimones como puños. Asako fusiona la cocina japonesa con influencias mediterráneas. Es, claramente, una referencia de autoridad en la gastronomía malagueña. ¿La relación calidad-precio? Más que excelente. ¿Qué quieren que les diga? Vayan, vayan. Y después me cuentan.