Ironía es que ningún catalán haya sido presidente del Gobierno. Sarcasmo es que el primer barcelonés con visos de llegar a La Moncloa se llame Albert Rivera, que presume de encabezar el partido más español de todos los tiempos. Aunque Ciudadanos va a alinearse con el presidente de Francia en las europeas del año próximo, es Pedro Sánchez quien cumple a rajatabla la consigna equidistante de Emmanuel Macron. El PSOE no es ni de izquierdas ni de izquierdas.

Todos los caminos de los sondeos conducen a Rivera, un político catalán sin estructura de partido y que ni siquiera transmite una especial apetencia por instalarse en La Moncloa. De hecho, le entregó sus huestes a Rajoy antes de las elecciones, una sumisión sin precedentes en ninguna geografía. Ciudadanos parece más preocupado por quejarse que por ejercer el poder, ya sea que gobiernen el PP o los independentistas.

El PSOE se desangra por la orilla progresista sin efectuar ninguna conquista apreciable en la margen conservadora. Los socialistas reparten votos a izquierda y derecha. Más ecuánime, Ciudadanos golpea a izquierda y derecha poor este orden, se ha convertido en el cobijo de todos los refugiados ideológicos. Rivera se está quedando sin excusas. De insistir en su absentismo vicario del PP a la hora de la verdad, tendrá que decepcionar a más votantes que nunca antes.

Sánchez celebra su hundimiento en las encuestas fotografiándose junto a Rajoy, que es veneno para la taquilla. El secretario general defenestrado recuperó el cargo porque sus votantes odian al presidente del Gobierno, y corre ahora a arrojarse al regazo del gobernante que promocionó a Bárcenas. El PSOE oficial está más cerca del PP que de cualquier otro partido, y que cualquier otro partido.

Pablo Iglesias se ha instalado en el vecindario de PP y PSOE, puesto que ha decidido también adoptar la perspectiva sartriana de defender el punto de vista de los desfavorecidos desde la casta. Claro que Simone de Beauvoir ya advirtió a su compañero Sartre de que este contorsionismo generaba un notable estrés. En todo caso, el líder de Podemos se ha comprado un palacete en Galapagar para renunciar al palacio de La Moncloa.

El ecuánime Boadella postula que la importancia de una persona viene dada por la calidad de sus enemigos. Pues bien, la caverna prefiere triturar a Puigdemont que a Sánchez, otra prueba de la ubicación del secretario general del PSOE en la escala ideológica. La predilección acusatoria también evalúa el peso relativo de un presidente regional, frente al líder del único partido que ocupó la presidencia del Gobierno durante casi tres lustros.

Nadie conoce una sede ni un candidato de Ciudadanos, lo cual facilita tal vez su ascenso al poder. Cuesta llamarlo el partido de Rivera, cuando existe el consenso de que Inés Arrimadas no solo mejoraría los resultados de su jefe como candidata en unas generales, sino que la aspirante a la Generalitat ha catapultado a la formación con intervenciones flamígeras y un indudable coraje. Otro ejemplo de un varón parasitando el talento de la mujer que tiene al lado, como Rodin con Camille Claudel o Iglesias con Irene Montero.

Los expertos en malinterpretar los sondeos degradan a Ciudadanos a la condición de fenómeno de moda. Igual que PSOE y PP en su momento, cabría añadir. El descrédito del bipartidismo se ha extendido a las siglas nacidas para reemplazarlos. Nadie cree ya en los partidos, pero mucha gente cree aún en los votantes de los partidos, lo cual transforma las encuestas en profecías autocumplidas. La Bolsa y las elecciones no premian los mejores valores, sino el consenso al respecto.

Para desinflar la euforia desatada alrededor de Ciudadanos, conviene empezar por su identificación europea. Macron es un presidente capaz de dirigirse durante cuarenta minutos en inglés al Congreso estadounidense, por lo que quizás se está forzando el paralelismo con Rivera. La pinza agónica de Rajoy y Sánchez solo ralentiza la galopada del partido emergente, que se encuentra bloqueado a ambos lados por líderes de la derecha radical. Sin olvidar que las formaciones nacionalistas siguen definiendo la actualidad y la continuidad del Gobierno.

En disculpa de los variopintos participantes en este artículo, ninguno de ellos sabe a qué país se dirige su discurso, porque ignoran también adónde se dirige el país. Es muy posible asimismo que ninguno de los cuatro supuestos candidatos desee en realidad presidir el Gobierno, el único objetivo mutuo es impedir que otro de ellos acceda al cargo. Esta abstinencia deja al votante sin elección.