El turismo como principal motor económico

Mucho se está hablando (y más que se hablará en los próximos meses) de cómo afecta el turismo a la vida en los grandes ciudades. La turismofobia ha pasado de ser un sentimiento residual a extenderse de manera precipitada. Especialmente en ciudades como Barcelona o Madrid, donde el día a día de sus habitantes se ve afectado por este aumento masivo de visitantes que encarecen el nivel de vida y su aportación económica acaba en manos de muy pocos.

Sin embargo, poco se está hablando de la lenta pero imparable transformación de España y de Cataluña, especialmente la segunda, en regiones cuyos ingresos principales derivan del turismo. Es preocupante pensar que el motor económico de un país no depende de lo que él genere, sino de lo que provenga del exterior. Entre otras cosas porque, al margen de no depender de uno mismo, lo que este tipo de motor económico crea es más precariedad laboral, unos contratos laborales estacionales y, lo que es peor, un aumento desmesurado del nivel de vida.

El mejor ejemplo de ello es Barcelona, una ciudad que en apenas pocos años se ha convertido en uno de los puntos neurálgicos del turismo en Europa. Muchos han sido los que se han llenado los bolsillos (y continúan haciéndolo) con este auge, pero son muchos más los que, con los mismos ingresos que hace un tiempo, ahora sufren para cuadrar números.

Esperemos que en algún momento alguien levante la mano y dé buena cuenta de ello. No se hizo con la burbuja inmobiliaria, y no se está haciendo ahora. Cuanto explote ésta, que lo hará, al menos nadie podrá decir que nadie se les advirtió. Quizás entonces alguien dirá que «vivíamos por encima de nuestras posibilidades».

Ignacio MarescaTorremolinos