Si la gente conociera más a Federico García Lorca sería una religión». Joder con Miguel Poveda. Qué capacidad para dar titulares. Poveda saca disco, ´Enlorquecido´, la cual es también una palabra que debería ser de uso común. Es un agradable hallazgo, un término simpático, hijo del ingenio, sobrino del retruecanismo. El retruécano es un juego de palabras, en este caso de sílabas, pero hacer retruécanos no es ningún juego. Esto mismo podría ser en sí mismo un retruécano.

Poveda también le dijo a la periodista en otro momento de la interviú que Lorca era un Dios, pero la plumilla prefirió con buen tino no hacer ver la contradicción de Poveda (¿era Dios o era religión?) y titular a su conveniencia. Propiciando el gancho, el click, la fijación de la vista en la entradilla si es que el lector lo es en papel. Titular bien es todo un arte. Titular es fácil. Lo difícil es titular bien. Esto no podría aplicarse a la pianística. Tocar el piano no es fácil. Es difícil incluso tocarlo bien. Hay gente a la que le gusta no saber tocar el piano y gente que pasa por la vida sin percatarse de que nunca ha tocado ni tocará una tecla de piano. La mayoría de la gente consume al cabo del día docenas de titulares pero nunca ha escrito uno. También es cierto que yo mismo, por ejemplo, puedo utilizar al cabo del día cuatro o cinco sillas y nunca he construido una.

Conviene sentarse a escuchar el disco de Poveda. Dice: «Lorca fascina por el hecho de que escribiera tantos poemas en los que parecía que estaba despidiéndose antes de su muerte. Hay una tema que es Canción de la muerte pequeña que es impresionante». Entendería que abandonara esta columna ahora mismo para poner en Google ´Canción de la muerte pequeña´ . Se encontraría con estos versos: Una muerte y yo un hombre / Un hombre solo, y ella / una muerte pequeña.

Sin duda, incluso estrenando silla, que es lo suyo, también conviene releer a Lorca, leerlo, degustarlo y demorarse, acompañar la ceremonia tal vez con un tinto de Toro, con carácter, un caldo extremeño quizás. Uno de los matrimonios que más admiro es el que forman la música y la poesía. Puede ser a veces de una estolidez e incluso cursilería o estulticia brutal. También un coñazo, pero cuando la matrimoniación funciona por buena adaptación de un ´cónyuge´ a otro, el resultado resulta sublime, excitante, un Serrat cantando Machado, y en ese plan. Hace 27 o 28 años, cuando yo no tendría ni 20 y estaba debutando en esto, el rector de una universidad citó en su discurso de apertura de curso a Antonio Machado. El periodista que fue a cubrir el acto llegó muy excitado a la redacción diciendo que el rector había plagiado a Serrat. Tuvimos que internarlo en un campo de reeducación, donde lo pusieron a una estricta dieta de libros y manzanas. Hoy es un próspero comerciante de tejidos al que le gusta el flamenquito. Hace unos meses oí que tiene muy avanzado un ensayo sobre los beneficios de la siesta para el pene.

Se casó con una chica a la que le faltaba el meñique izquierdo y que durante varios años fue zurupeta, o sea, actuaba como notaria sin serlo. La gente se maravillaba, ¡oh!, mira Merceditas, con lo joven que es y ya notaria. Nada, nada, un poco farsante la chica, cabellos apanochados, lánguida mirada, una caída de ojos equívoca, tendencia a la pronunciación fricativa en concreto bilabial y aficionada a Eurovisión. No tiene religión conocida.