No, no me cebaré con Alfred y Amaia, ¿recuerdan? Hace un par de sábados volaban a dos metros sobre el suelo hipando en falsete una churretosa cancioncilla de colegio de pícaras monjitas que dejan que sus niñas salten la tapia para besar en la mejilla al chico de sus sueños, pero han de regresar a sus cuartos enseguida para que el demonio no se salga con la suya. Quedaron en Eurovisión donde tenían que quedar, en la cola. Hasta uno de los capos de Gestmusic, Tinet Rubira, productora de la Operación Triunfo de donde salió la pareja de gorriones, ha dicho se acabó, me bajo de este tren, «hasta aquí mi participación personal y profesional con Eurovisión, no habrá otra vez». Pues bien, no me cebaré con los chicos, que bastante tienen con mantener esa sonrisilla lela, ese pastel de almíbar industrial, normalizado, ese pellizco en el esfínter para no irse de vareta, no me cebaré porque a estas alturas de mes ya nadie los recuerda. Ya han sido triturados por las dentelladas del olvido, infatigable y voraz. No hacía falta ser muy perspicaz para intuir el fiasco, el gran fiasco de Tu canción. Pero sí volveré a ese petardo de festival para mencionar lo que de él ha dicho Manel Navarro. No me ponga cara de acelga flipada al que no le suena de nada, porque el chico fue el representante de TVE justo hace un año en el mismo despiporre. ¿Ven? ¿Quién lo recuerda? Pues ha dicho que si él quedó el último con el gallo que le salió cantando en Kiev, Ucrania, este año ha ganado una gallina -refiriéndose al cacareo de Netta, la ganadora-. Razón no le falta, y humor tampoco. Como a Jorge Javier Vázquez, que por pasar, pasa hasta de la mierda en la que se baña los sábados en que el Deluxe reina en Telecinco como reina el fulgor de las antorchas de venenoso queroseno. Dice el donjuán de las redes, de los contactos y el ligue sin fronteras, que durante el Sálvame nocturno, mientras las obreras de la pista, de Kiko Hernández a María Patiño, se curran el despiece de sus invitados hasta donde marquen los acuerdos del contrato, él, Jorgeja, puede estar mandando y recibiendo vídeos guarros guarros en su móvil, es decir, que el jefe de la pista pasa de todo y, tal como era suposición general, va a su bola. Ni siquiera veo fiasco en la actitud del cachondo presentador. Sería tomar en serio lo que sólo es una pamema.

¿Sara Escudero?

Pero pongámonos serios, tan serios como sea capaz para soltar gasolina diésel por las orejas y que arda el mundo hablando del fiasco, del gran fiasco, de las llamadas cadenas de TDT. Pregunto de nuevo, ¿recuerdan? El Gobierno, raudo y veloz, como todos los gobiernos que en España han sido, jugando con la potestad de dar o negar el pan y la sal a empresas del sector, concedió licencias para emitir en TDT, o sea, televisión digital terrestre, a Mediaset, Atresmedia, Real Madrid, 13 TV, obispada al poder, o al Grupo Secuoya. Al margen del mantenimiento del duopolio -emporios de Telecinco y Antena 3-, de aquellas licencias nacieron canales como Dkiss o TEN. En ellos me fijo ahora. Dígame un programa, uno solo, de Dkiss. Venga, dese un respiro, véngase arriba, usted puede. ¿Nada? ¿Ni siquiera le suena Mi vida con 300 kilos? ¿Tampoco El encantador de gatos? Bah, usted es un pringao. Pasemos a Secuoya, muy ligada al PP mediante contratos millonarios gestionando televisiones autonómicas donde gobierna el Partido Popular. Una cadena, TEN, que nace confiando en que uno de sus programas estrella es seguir la vida de una estrella ahora sin tirón como Rosa López es una cadena que nace muerta, y TEN nació cadáver hace dos años, y ahí sigue, arrastrando su fiasco con unas audiencias ni siquiera testimoniales. Secuoya, tócate la olla, está como loquita por ver si vende, traspasa, alquila, prostituye, quema, viola o se maquilla por si suena la flauta y da puerta a la aventura porque pierde millones a cascoporro. Normal. Como la otra, como Dkiss, su parrilla es una pestosa sucesión de programas basura comprados en los mercadillos de saldo yanqui. Pasado el plazo que establece la ley, hala, se puede alquilar la frecuencia y ganar unas perras, ¿verdad, señor Raúl Berdonés? Tras el fracaso de Soy Rosa, el realty, o el terrible Algo pasa con Ana -con Ana Obregón, en Dkiss, que aburrió a las ovejas-, ya ni siquiera intentaron emitir producción propia. ¿Qué le pasaría a Sara Escudero por el coco para dejar Zapeando, en La Sexta, y dejarse arrastrar por la llamada de TEN y hacer Sígueme el rollo que, como era previsible, nadie siguió? ¿Quién es hoy Sara Escudero? ¿Qué es hoy Dkiss, TEN? Un fiasco, un gran fiasco.

Eso es todo

Y hablando de fiascos, de grandes fiascos, pide paso con sus labios gordos, con sus ojos entreabiertos y su monolítico gesto Jesús Castro, guardaespaldas del presidente del Gobierno en la serie de Telecinco aún no estrenada Secretos de Estado, que dice que cuando se emiten las series en las que sale -El príncipe, o Perdóname, Señor- no se ve nunca porque no le gusta. Coño, como a mí, que no sólo no me gusta sino que me da risa verlo, y eso que el chico parece que se lo toma muy en serio, tanto que ha trabajado el gesto de su cara hasta alcanzar el máximo de rendimiento, y lo ha conseguido, ha conseguido poner la misma cara para todo, pase lo que pase a su alrededor, es decir, aprieta los labios, mira como un torillo al frente y, y ya está. Eso es todo, amigos, como decía con su voz de pito el conejo Bugs Bunny, en la despedida de su show. ¿Show? Ay, don Pablo Iglesias, ay, doña Irene Montero. Tanta revolución para acabar como los nuevos ricos de Galapagar. Vuelvo a lo que escribí aquí hace unos días sobre lo que se dijo en El intermedio porque me parece que, tras una semana de ruido y con razón mucha furia, resume la situación, el gran fiasco de don Pablo. En efecto, es más terrible la hemeroteca que la hipoteca de la pareja y su «proyecto de familia». Si el líder de Podemos se envainara su verborrea, que descubre que lo que vale para otros no vale para él, de nada se estaría hablando en los platós. Qué fiasco, qué gran fiasco.

La guinda

La risa de Vasile

Parece que estoy viendo a Paolo Vasile. Ni siquiera se descojona de la gente que firma en una plataforma -Change.org- su malestar por el cierre repentino de Las mañanas de Cuatro, que presenta, con mucho talento, Javier Ruiz. El programa miraba de igual a igual al de Ferreras en La Sexta, Al rojo vivo. Pues nada, fuera. La deriva de Cuatro hacia la extravagancia no es compatible con un magacín de tan sólida calidad.