Se va, se van, los echan. La etica del país está desangrada. El poder, que bien lo hemos visto, pudre, embriaga y produce soberbia. Hoy gana la razón, lo justo, la moral, y la esperanza. Pero no serán buenos tiempos. Se frotan ya las manos los que van a ganar jugando con cartad marcadas e intereses de mercado, los que se llevarán inversiones y los que su arrogancia los coloca por encima de otros. No va a ganar la ética, no va a ganar la democracia, no va a ganar la estabilidad y solidaridad que necesitamos para afrontar la crisis y sus amenazas. Deseo discursos nuevos, ansío construcciones ilustradas y humanistas de la política y del Estado. Pero queda mucho para eso. No nos equivoquemos, se va el perro cancerbero y se extirpa un cáncer. Pero el collar se mantiene con otra marca, y de momento, en lugar de elecciones y educación en ciudadanía y democracia, lo que viene es una subasta. De su precio dependen el Estado, la convivencia y en cierto modo la paz social y su equilibrio. Hoy hace sol, mañana habrá tormentas. Los sueños no se cantan ni se jalean, se sudan, se construyen, se exigen en un esfuerzo colectivo, en el realismo de su sacrificio, sus utopías y posibilidades. Lo demás es champán de un día. El futuro es un proyecto y un gobierno, la conciencia de ese proyecto. Sin esa madurez política y un nuevo lenguaje que más que escenificarla la construya, país y ciudadanos sólo somos el ajedrez sobre el que el poder nos mueve.