La hermandad de la Salutación comienza a parecerse a lo que un día fue, una corporación nazarena en la que el silencio, la oración y el recogimiento se convirtieron en sus sellos de identidad merced a los valores que le imprimieron sus fundadores. Ayer, Domingo de Ramos, esa filosofía penitencial volvió a hacer acto de aparición, de forma que la corporación de San Felipe Neri parece haber recuperado parte de su esencia, si es que alguna vez la perdió. Como nota discordante, cabe destacar, un año más, que el encierro de la Pollinica en la calle Parras se retrasó y mantuvo esperando a la cruz guía de Salutación en torno a un cuarto de hora. Algún día habrá que meterle mano a ese melón.

Por lo demás, el contraste de destellos estéticos y de estampas de rancio sabor cofrade volvieron a ser predominantes en una tarde muy luminosa, por lo que la salida de la iglesia de San Felipe, que al filo de las cuatro de la tarde vomitó casi doscientos nazarenos con sus impolutas túnicas blancas y botonaduras y cíngulos morados, fue uno de los más importantes de la procesión. Sin banda de cornetas y tambores abriendo, como hace un año. Sólo la cruz guía abriendo el cortejo de oración y penitencia. Y el silencio.

La enorme guardería, de en torno treinta niños, asegura el futuro de la hermandad y en los valores que sus fundadores esculpieron en su libro de reglas. Frente a la algarabía general del Domingo de Ramos, contención. La salida del Nazareno de la Salutación fue, una vez más, espectacular. Los portadores de los varales exteriores debieron abandonar sus puestos para permitir al trono franquear la puerta del templo. Silencio cuando medio trono asomaba ya a la Plaza del Cristo de la Sangre, y luego dulce mecida para embocar Parras, muy concurrida, mientras una cantante lírica interpretaba una pieza operística acompañada de piano desde la ventana del vecino Museo del Vidrio.

Los portadores de Salutación llevan dos años ensayando con diferentes marchas y la cruceta, rica, variada y contenida merced a un estudio detallado por parte, entre otros, de Antonio Rodríguez, es Semana Santa tras Semana Santa todo un acierto, como también lo es el nuevo equipo de mayordomos y capataces: José Antonio Romero Gálvez, mayordomo, que ayer afrontó con maestría su primer recorrido en ese puesto; Andrés Lopéz Jurado, Fernando Rodríguez Barroso, Francisco Javier Fernández Donaire y Víctor Gambero -un veterano que también confecciona la cruceta-. Esta cuaresma ha estado repleta de ensayos y eso se notó en el paso y la mecida, intercaladas perfectamente en cada marcha.

Para entrar en Parras, El Divino Nazareno interpretada por la Agrupación Musical Virgen de los Dolores de Linares; más adelante, para saludar a los titulares de la Pollinica, Virgen de Araceli y ya en El Molinillo, Jesús Despojado. «Vamos a hacerlo bonito», gritaba Rodríguez Barroso, mientras el trono describía una curva perfecta.

Este año, el paño de la Verónica ha sido pintado por Eugenio Chicano y, además de la marcha Divino Nazareno, la hermandad estrenó los ropajes de las mujeres del misterio, en los que se nota la mano de Juan Carlos Manjón, vestidor de la Virgen del Patrocinio -y de las Penas y del Mayor Dolor-. Hubo quien lloró cuando vio la indudable elegancia de las imágenes tras pasar por el magisterio del artista. El exorno floral, otro éxito: montes de iris dorado y piñas de claveles e hipericum rojos. El anhelo, el de siempre: ver a la Virgen del Patrocinio en la calle. Parece que ocurrirá en 2017.