El sueño colectivo que ha anidado desde 1998 en las cabezas de los hermanos de Humildad y Paciencia se hizo ayer realidad: por primera vez, la cruz guía de la hermandad carmelita se plantó en la Alameda Principal y, tanta fue la emoción, que el público comenzó a aplaudir a los nazarenos, una actitud que se multiplicó ad infinitum cuando el Señor de Humildad y Paciencia llegó al recorrido oficial. Varios mayordomos y capataces empezaron a llorar ante ese espectáculo de unánime reconocimiento y aprobación para una cofradía de barrio, que siempre tuvo claro su fin y sus objetivos, azotada en los últimos tiempos por la desgracia (recuerden el tornado de 2009), y que ha sabido reponerse pese a todo.

El día acompañó y el barrio se engalanó con colchas, reposteros y mantos, con fotografías de las imágenes y los hombres de trono, incluso, han realizado incluso una camiseta conmemorativa de la efeméride. Los políticos también intuyeron que ayer iba a ser una jornada grande, histórica, y allá que fueron el alcalde, Francisco de la Torre, la edil Teresa Porras, la líder del PSOE, María Gámez, o el delegado de Salud, Daniel Pérez. A las 13.30 horas, el hermano mayor, Rafael González, llamó a la puerta de la casa hermandad y volvió a usar el calificativo «histórico» para definir el desfile que entonces iba a iniciarse. Miles de personas se arracimaban en torno a la casa hermandad esparciéndose por la Plazuela de la Virgen de los Dolores y Esperanza y la calle Reboul, que este año se hacía en sentido inverso precisamente para recortar una hora de recorrido y desembocar en calle La Unión a la altura del Puente Juan Pablo II, todo ello con el fin de llegar a las cuatro y media de la tarde a la Alameda.

La cruz guía abría cortejo acompañada de cuatro faroles y los hábitos carmelitas de los nazarenos se derramaban por Reboul dando una imagen de sobriedad que contrastaba con la luminosa y feliz jornada de un barrio que seguía con deleite a su cofradía, casi como un padre guiña a su hijo preferido. Rafael González habló alto y claro: «Vamos señores», y el trono del Cristo, sentado sobre unas rocas esperando su martirio, avanzó hacia la calle para abrazarse con Málaga mientras la Banda de Cornetas y Tambores del Carmen interpretaba Requiem y Soledad de San Pablo. La maniobra para embocar Reboul se hizo lenta, casi eterna, describiendo una curva perfecta. Luego, paso de tambor para llegar más pronto que tarde a la Alameda. Los aplausos eran continuos y, entre el gentío y los hombres de trono, se adivinaban algunas que otras lágrimas. Humildad y Paciencia tenía ante sí el segundo recorrido más largo de la Semana Santa, con 5,9 kilómetros, y la hora prevista del encierro eran las once y media de la noche, aunque a su llegada al barrio se recrearon para despedirse de la madrugada de Lunes Santo más bella jamás soñada. Cuando el Señor, presidiendo el espectacular misterio de Ramos Corona, llego a la Unión, la banda del Carmen interpretó Cristo del Perdón, meciendo en algunos compases y avanzando en otros. No en vano, los portadores han ensayado un par de marchas siguiendo la última moda de la Semana Santa malagueña.

Detrás, la Virgen de los Dolores y Esperanza esperaba para hacerse a la calle. Se acercó a la puerta con Getsemaní y, para dar la curva, soberbia una vez más, lo hizo con la marcha Virgen de los Dolores interpretada por la Banda de Música de Zamarrilla. Por cierto, luego fue sustituida esta banda por la de la Expiración.

Momentos también muy destacables se vivieron cuando el cortejo, ya de vuelva a su barrio, pasó por la Iglesia del Carmen y los hombres del trono de la Virgen cantaron la Salve. Entre los estrenos, un escapulario, una bandera carmelitana y una marcha para la Virgen. Fue una jornada histórica. Una salida más pero diferente, porque esta vez toda Málaga rezó con ellos haciendo su sueño colectivo realidad.