La Semana Santa de la provincia de Málaga está salpicada de tradiciones ancestrales y de unas particularidades especiales. Las distintas comarcas de la Málaga del siglo XXI esconden tradiciones de gran interés y atractivo, muchas veces por lo añejo y singular que incluso nos llega a sorprender su permanencia y en el buen estado que se encuentran hoy día tras siglos de existencia.

La Comarca de Ronda es un claro ejemplo de ello. Pueblos como Benarrabá, Pujerra, Genalguacil, Parauta, Atajate, Cartajima, Alpandeire o el mismo pueblo pitufo Júzcar, por mencionar algunos, celebran la Semana Santa de una forma muy especial, sobretodo la Resurrección de Cristo. La alegría desbordada llega a desembocar en un mar colores y formas los «Huertos».

Esta fiesta es un homenaje al Huerto de los Olivos, donde rezara Jesús y se despidiese del Padre y de todo lo terrenal para convertirse en la figura principal del cristianismo y por tanto de la Semana Santa. Esta tradición, según los vecinos de Atajate, data de los siglos XVI y principios del XVII, cuando los moros secuestraban a los cristianos y estos tenían que pagar un rescate por su liberación, que se producía el Domingo de Resurrección.

Los llamados «Huertos» en estos pueblos serranos se celebran de diferentes formas, según la localidad. Versiones seguramente de un concepto primitivo que han ido evolucionando con el tiempo de forma distinta. Aunque todos coinciden en que la Semana Santa no tendría sentido si no fuese porque al fin llega el Domingo de Resurrección.

Los «Huertos» son organizados por los jóvenes que, en la noche del Sábado Gloria, recogen en el campo ramas de olivos, naranjos, limoneros, etc… para decorar las plazas y las calles de estos pueblos, mientras en las casas se comienzan a hacer dulces típicos serranos de Semana Santa como son los suspiros, borrachuelos, rosquillos, enreaíllos…

En Benarrabá, el Sábado de Gloria tiene lugar un acto también tradicional que precede a la fiesta de la Resurrección; se trata del «Judas», un muñeco fabricado con ropas viejas y paja que es colgado de un chopo traído desde el río Genal hasta la plaza del pueblo. Allí este Judas, tras la misa, es colgado y después tiroteado hasta caer al suelo y una algarabía de niños lo arrastra hasta un lugar donde es quemado. Una noche que comienza con un mensaje directo hacia los que hacen el mal, para continuar durante la madrugada con el montaje de esta tradición que es llamada «El Huerto del Niño, ya que Cristo resucitado es representado por la figura de Niño Jesús, un hombre que ha vuelvo a nacer.

Una vez decorada la plaza de la Veracruz durante toda la noche, entre charlas callejeras, risas, alegría, alboroto entre los vecinos y tras la misa de Resurrección entre repiques de campana y sonido de cohetes, sacan a San Juan en procesión en un trono cargado de naranjas y limones y a la Virgen en busca de su Hijo, quien le pregunta a la imagen de San Juan por el paradero del «del Niño». Este le indica que se encuentra en «El Huerto», normalmente en un templete decorado con hojas de laurel, hiedra o retama.

En la vecina Pujerra, la Virgen, San Juan y «El Niño» recorren más tarde las calles. Tras la procesión la plaza se convierte en un supuesto mercado de hortalizas, dulces y bebidas cuyos donativos son destinados en todos estos pueblos a fines sociales.

Este ritual prácticamente se repite en estos pueblos de la Serranía de Ronda con algunos matices, por ejemplo en Alpandeire esta fiesta es organizada por los mayordomos y mayordomas elegidas cada año. Cartajima se distingue porque a esta festividad la denominan «Las Cortesías», una fiesta declarada de singularidad turística provincial donde destaca elementos como el «Peorro», una caracola de mar que es sonada para avisar a los distintos grupos que se encuentran en el campo recogiendo los adornos para que vuelvan a la hora de comer: platos típicos de Cartajima como el salmorejo, los embutidos serranos y los quesos hechos a mano entre otros productos.

«Las Cortesías» de Cartajima consisten en una carrera por la calle ancha del pueblo y dirigida por el hermano mayor y donde a lo largo de este recorrido se realizan tres reverencias, acabando con el encuentro entre la Madre y el Hijo ya resucitado, que en este pueblo es de especial significado para sus vecinos.

El pueblo más pequeño. Atajate, el pueblo más pequeño de la provincia de Málaga, es otro de los municipios rondeños que celebra la fiesta de «Los Huertos» y donde encontramos diferencias con el resto de pueblos. Aquí los jóvenes roban en la noche del sábado las macetas a los vecinos para formar con ellas un camino de flores hasta la plaza del pueblo, sus propietarios son conscientes de que esto ocurre cada Sábado de Gloria y que se les devolverán al siguiente día. La plaza es decorada con ramas de pinos, naranjos, limoneros, ajos, lechugas, palas de chumbas... En este homenaje al Huerto de los Olivos los vecinos se disfrazan de moros con chilabas, turbantes y trajes largos heredados de abuelos o bisabuelos.

Una familia de Atajate afincada en Gibraltar es la encargada de reponer los trajes deteriorados o aquellos solicitados nuevos. Una vez ataviados secuestran a los vecinos, visitantes o turistas que se acercan a Atajate a participar en la fiesta, que son conducidos hasta la plaza del pueblo donde se sitúa el huerto y se les agasaja con una rica repostería típica del pueblo. Claro está que, para ser liberados deben de pagar por su liberación con un donativo, que al igual que en otros pueblos tiene destino social y caritativo.

Jesús resucita como niño en la Serranía de Ronda y los pueblos de esta bellísima comarca que hacen que esta fiesta de Resurrección se convierta en una forma de ayudar a los más necesitados. Así lo hizo Jesús con sus contemporáneos. La tradición, la fiesta y labor de ayuda a los más necesitados protagonistas en el día más importante de la Semana Santa y del calendario cristiano.