Una de las grandes sorpresas que nos deparaban los carteles presentados por la Casa Chopera para la Feria de Málaga era la corrida de rejones celebrada en la jornada de ayer. Inicialmente sólo se esperaba el cartel estrella que disfrutaremos el próximo domingo 19 de agosto, con los astros del toreo a caballo Pablo Hermoso de Mendoza, Diego Ventura y Leonardo Hernández.

Con el visto bueno de la Diputación, se produjo una modificación sobre lo que marcaba el pliego de condiciones de la plaza, para incorporar este festejo, indudablemente de un carácter más modesto. Pese a la inclusión de dos rejoneadores que están en el circuito como son Sergio Galán y Joao Moura hijo, el nivel demostrado tarde tras tarde por los que mandan sitúa al resto de las combinaciones en un segundo peldaño. Quizá por eso faltó público y ese carácter festivo que suele acompañar a este tipo de espectáculos.

Uno de los grandes alicientes de este festejo era la inclusión del único rejoneador de alternativa de Málaga en activo. Han tenido que pasar tres años desde esa ceremonia en Antequera para que José Antonio Mancebo se vea incluido en los carteles de La Malagueta; un tiempo en el que sus actuaciones han sido contadas.

Carencias. A pesar de que su ilusión permanece intacta y de que el trabajo de campo no ha cesado ni un día desde entonces, parecía obvio que sobre el albero se tenían que apreciar carencias con respecto a sus compañeros. Las ganas de agradar eran su gran baza para congraciarse con sus paisanos, y así quiso mostrar de salida una estampa campera al recibir a su oponente de Luis Terrón con la garrocha y el marsellés. En banderillas quiso asegurar la colocación, y eso le obligó a abundar en pases en falso que impidieron que su labor tuviera continuidad. Quizá ésa fue la clave de que la faena no alcanzara grandes cotas: una buena doma, pero falta de agilidad en el conjunto.

Más asentado se mostró en el que cerraba plaza, de Murube, y que resultó el más colaborador de una corrida descastada en su conjunto. Tras brindar a su abuelo, volvió a recibir con la garrocha y volvió a andar entusiasta. Empleó muchos caballos, quizá demasiados por la pérdida de tiempo que conlleva y la consiguiente falta de continuidad, y volvió a estar desacertado con los aceros. Escuchó dos avisos tras prolongarse en exceso al descabellar.

El rejoneador más entonado de la tarde fue Sergio Galán, que volvió a hacer gala de esa técnica ortodoxa que siempre le ha caracterizado. Sin florituras, se centra en el toreo fundamental como una seria alternativa al ya mencionado cartel estrella. Ayer se le pidieron las orejas en sus dos oponentes, aunque en ninguno de los casos con la fuerza suficiente como para que la presidenta sacara el pañuelo. Se encontró con dos astados parados, como resultó el conjunto del encierro; destacando en su primero a lomos de Ojeda, con quien se mostró templado sobrio y correcto en la colocación de las banderillas, y haciendo honor a su nombre, pasándose al toro muy cerca.

Más consistencia resultó la faena de su segundo, sobre todo cuando empleó a su caballo Apolo, con el que fue creciendo desde las primeras banderillas fáciles en los medios hasta que pudo sacar pecho de excepcional doma con palos a dos manos en los que fue capaz de poner la emoción de la que el astado carecía. Remató con cortas llegándole mucho a la cara con Fado pero, como sucediera en su primero, no anduvo fino con el rejón de muerte y su tarde concluía con sabor agridulce: dos vueltas al ruedo.

Joao Moura. Completaba el cartel el portugués Joao Moura, quien tuvo una discreta actuación para el nivel del que es capaz de alcanzar el gran heredero del toreo en el país vecino. Discreto de salida con su primero, tampoco subió el nivel con Perera en banderillas al quiebro ni supo cogerle la velocidad con Cordobés. Pero, en lo que fue una constante en el festejo, anduvo desacertado al matar. La eterna justificación de sus compatriotas de que en Portugal no se ejecuta la suerte suprema no tiene cabida en su caso, ya que es un habitual en corridas en nuestro país y Francia.

El segundo de su tarde fue realmente más de lo mismo. En este caso le correspondió un remiendo de Murube que como el que saltó en último lugar estaba a punto de cumplir los seis años. En su última oportunidad de saltar a un ruedo (con los seis años ya no se puede lidiar), el astado tampoco puso demasiado de su parte y se emplazó en los medios, desde donde apenas si acometía el animal. Quiso solucionarlo todo con las banderillas cortas con Isidro, pero a la hora de matar padeció un nuevo calvario ante las protestas del respetable malagueño.