El de ayer era un cartel del gusto de los aficionados, tanto por los toros como por los toreros. Mal está la cosa si tenemos en cuenta la pobre asistencia de público en los tendidos de La Malagueta. Pero ésa es la realidad, que la gente acude a la plaza sólo cuando aparecen las grandes figuras o los denominados mediáticos. Lamentablemente, la malagueña Mari Paz Vega, al igual que sus compañeros Leandro y David Galván, no pertenecen a ese selecto grupo.

Por fin pudimos ver a la torera de El Palo en una corrida vespertina, después de que la anterior empresa (conformada por dos matadores de toros) pareciera castigarla año tras año con su participación en corridas nocturnas. Siempre se justificó, aún colocándola con ganado imposible, y por eso no pudieron nunca cortarle el cuello.

Reses. Esta vez era diferente, el sol brillaba en su rostro, y en los chiqueros aguardaban reses de la ganadería de El Tajo y la Reina, propiedad del maestro Joselito y Enrique Martín Arranz, y que a priori ofrecía garantías de éxito. Y así fue, porque la corrida tuvo en su conjunto nobleza, algunos un puntito de casta.

Pero poco pudimos verla (a la corrida), sobre todo porque se les pegó mucho en el caballo y llegó lista a la muleta. Sin duda, eso condicionó el desarrollo de un festejo que pudo ser, y apenas si lo fue. Por mucho que se cortaran dos orejas.

Una de ellas fue a parar a manos de la torera paleña, ante el segundo de su lote. El mejor toro que hasta el momento ha saltado al albero de La Malagueta en esta feria. Pinturera con el capote, con el que sobresalió la media del remate; el astado llegó a la muleta con transmisión. Era un animal al que había que tragarle, sobre todo por las dos puntas que enseñaba, pero que también iba a ser agradecido ante la apuesta que se realizara ante él. Vega siempre quiso bajarle la mano y ligar las tandas con la elegancia innata que posee. Sólo pasándoselo más cerca habría puesto la plaza boca abajo. Tras un paso fugaz por la mano izquierda, retomó a la diestra en una faena rematada con una estocada desprendida de efecto fulminante.

Regusto. Antes, en el jabonero que abría plaza ya se había estirado a la verónica y nos había dejado otra media de regusto. Pero a pesar de que ya había mostrado que tenía poca fuerza se le pegó muy fuerte en el caballo, lo que unido a los pases por bajo con los que inició la faena nos dejó un toro que terminó por puntear a los engaños para defenderse. Como es habitual en la malagueña, quiso gustarse, pero el recorrido del astado fue muy limitado y no le fue posible alzar el vuelo.

La primera oreja de la tarde la había cortado Leandro en el segundo, otro noble animal que derribó al picador y al que, en represalia, se le pegó un puyazo eterno. El diestro vallisoletano compuso bien la figura, dejó constancia de la estética de su toreo, y también de su poco ajuste. Empleó un circular invertido para pasar a torear al natural, por donde estuvo más desconfiado, precisamente por no colocarse en el sitio. Templado pero sin profundidad, cerró su actuación con unas manoletinas con las mismas pocas apreturas que el resto de su faena; rubricada por una estocada caída. Pero lo que importa es que caiga pronto...

No pudo redondear la tarde en su segundo, otro jabonero que resultó ser el menos potable de todos los enviados por Joselito. Soso y sin fuerza desarrolló un cabeceo incómodo sobre todo por el pitón derecho. Como ya se había justificado en su primero, optó por coger la espada y hacer gala de la fama de mal estoqueador que le persigue.

Debutante. Completaba el cartel David Galván, debutante al igual que Leandro en este coso. El diestro gaditano es una de las promesas del escalafón, el último gran fruto de las escuelas taurinas andaluzas. Ya en su primero dejó muestras de sus buenas maneras con el percal, pero luego no pudo vérsele más. El toro derribó al caballo al arrancarse a su salida y luego fue mal picado. Visiblemente aturdido, le costaba coger la muleta y desplazarse, a pesar de meter bien la cara.

Con esto, sólo podemos aplaudirle que quisiera hacerle las cosas bien y despacio, pero la verdad es que no le quedaba oponente alguno. Como es propio de quien lleva unos meses de alternativa, quiso justificarse y nos dejó con ganas de volver a verlo en el sexto.

Pero esta vez también nos quedamos con las ganas, esta vez con otro toro parado al que le costaba coger el engaño. Con todo el pescado ya vendido, en este caso el público ya no entendió tanto su perseverancia e instó al matador de toros a que abreviara convenientemente.